6 de noviembre de 2017

Al horno con fritas



DESAPARICIÓN DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES, GOBIERNO RECARGADO Y EL PELIGRO DE PROTESTAR

¿Qué relación hay entre el resultado de las elecciones, la crisis de los grandes partidos y la muerte de Santiago Maldonado? Hay nuevos electores y nuevos partidos políticos. Hay también una nueva sociedad atravesada por el individualismo pragmático y consumista. Los proyectos sociales devinieron en proyectos personales. El otro distinto siempre es peligroso. Mientras tanto la Sociedad Rural & Co. festeja el triunfo del gobierno y Macri sueña con su reelección. Es lo que hay.

Por Marcelo R. Pereyra

ESTE ES MI PRAGMATISMO, Y SI NO LE GUSTA TENGO OTRO

Los resultados de las elecciones del 22 de octubre pasado ratifican el cambio sociopolítico que se viene dando en el electorado desde hace unos años: el voto principista ha dejado lugar al voto pragmático. No es que haya llegado el fin de la historia, ni el de la ideología, ni mucho menos. Lo que ha llegado es el fin del debate sobre la ideología o la historia. Tenemos ahora un votante contingente, es decir, un votante que en buena medida vota según las circunstancias reinantes en el momento de la votación, y por lo tanto no tiene prurito en votar Pedro aunque en las elecciones pasadas haya votado a Juan. Porque ya no vota de acuerdo con sus principios sino con sus experiencias concretas y expectativas.

Un primer antecedente de este fenómeno se registró en 1995, cuando se planteó la reelección del entonces presidente Carlos Menem. Su primer gobierno había cosechado muchas críticas, sobre todo por los delitos de corrupción, sin embargo había logrado estabilizar la desbocada inflación dejada por Raúl Alfonsín. Por ello muchas personas se habían volcado a comprar electrodomésticos en cuotas. Entonces y pese a todas las críticas, ganó Menem con lo que se llamó el “voto cuota”.

En este camino del pragmatismo estallaron los grandes partidos tradicionales. Primero fue la Unión Cívica Radical, que en 1999 tuvo que buscar aliados en una peculiar “centroizquierda” para poder ganar las elecciones. Luego de los dos años fatídicos de Fernando De la Rúa el radicalismo se fue a la banquina y nunca pudo salir de ahí. Ahora es un aliado menor del oficialismo. El partido combativo creado para enfrentar a los gobiernos oligárquicos  de fines del siglo 19 y principios del 20, el partido de  Alem y de Yrigoyen, hoy es un deslucido partiducho que va  a la cola de la fracción más liberal de la burguesía.

El peronismo va por el mismo camino. Lo comenzó con el desastre neoliberal de Menem y lo continuó con el kirchnerismo, una fracción que parecía ofrecer una reivindicación de los principios de Perón y de los DDHH y que terminó convirtiéndose en una pandilla de coimeros. El peronismo residual ya no usa sus símbolos tradicionales, ni canta su marcha. Ni siquiera menciona a Perón y su doctrina. Su debacle llevará algo más de tiempo porque a diferencia del radicalismo todavía tiene la figura convocante de Cristina Fernández, pero llegará inevitablemente a menos que recupere –aunque sea en el discurso- sus principios de ayer.

El único elector que vota por principios es el de la izquierda, por eso –para mal o para bien- este sector político es tradicionalmente minoritario pero ideológicamente coherente. Sus diagnósticos de situación y sus luchas son las correctas. Siempre está donde tiene que estar, defendiendo a quien hay que defender. Su gran problema es trasladar sus ideas a un discurso que abandone el sectarismo, la barricada y el consignismo. Es decir, a la izquierda le está faltando inteligencia para mostrarse y explicarse, y, a la vez, le falta vocación de grandeza, animarse a ser muchos y abandonar lo meramente testimonial.

MÁS DE LO MISMO

Revalidado y vigorizado por su triunfo electoral, el gobierno decidió llamar a conformar “consensos básicos” para efectuar reformas en el ámbito tributario, previsional, tarifario, etc. Los gobiernos suelen ser afectos a convocar a distintos sectores de la vida económica y gremial a “grandes acuerdos” en pos de lograr determinados objetivos que serían beneficiosos para el país todo. Recuérdese por ejemplo el “Gran Acuerdo Nacional” convocado por el dictador Alejandro Lanusse en 1972. A los gobernantes les gusta situarse en un lugar que parece estar por encima de todo y de todos: siempre debe entenderse que ellos –en su nobleza y magnanimidad- sólo buscan el bien común. Ahora bien, la realidad es otra. Despejando todo el palabrerío hueco, lo que queda de esas propuestas gubernamentales puede traducirse así: “Yo –el Gobierno- quiero tomar determinadas medidas que van a beneficiar a tal o a cual (no a todos, aunque tiene que parecer que es a todos), pero como no tengo poder suficiente para ello necesito que me den su colaboración. La colaboración consiste en que acepten mi diagnóstico de la situación y hagan lo que les digo y –sobre todo- no protesten ni se rebelen”.

En esta oportunidad el presidente Macri ha repetido este esquema, que no es otra cosa que profundizar un plan económico que beneficia a pocos y perjudica a muchos. Es decir, más de la misma amarga medicina que lxs argentinxs venimos tomando desde siempre. Porque todos los planes, medidas y leyes que se adoptan dentro de un sistema capitalista sólo benefician a los capitalistas. Es así de simple. Dentro de cada clase social hay distintas fracciones, y la clase burguesa no es la excepción. Dentro de ella hay enfrentamientos permanentes para ver quién se lleva el pedazo más grande de la torta, y como los gobiernos suelen tener alianzas con los montescos o con los capuletos, hoy con un determinado gobierno se favorecen los importadores y mañana con otro los exportadores; hoy se beneficia el campo y mañana los industriales; hoy el sector productivo y mañana el financiero…. Así ha sido históricamente.

De manera que ahora estamos asistiendo a un renovado esfuerzo de los sectores aliados con el macrismo –la Sociedad Rural entre ellos- por apropiarse de la plusvalía que se obtiene con el deslome de los trabajadores, que nunca se benefician de “consensos”, “reformas” y cosa por el estilo. Para la clase obrera sólo hay –en el mejor de los casos- paliativos como las cajas PAN de Alfonsín, los Planes Trabajar de Duhalde o la Asignación Universal de los Kirchner. Es cierto que aún no se conocen los detalles de las “reformas”, pero nada bueno para los trabajadores saldrá de ellas.

LA LETRA CON SANGRE ENTRA

Santiago Pampillón, Teresa Rodríguez, Víctor Choque y Carlos Fuentealba son algunas de las víctimas más conocidas de la represión en la Argentina, un país en el que las fuerzas policiales y de seguridad siempre han estado al servicio de las clases dominantes para reprimir la protesta social, como sucedió en la Semana Trágica de 1919, en la Patagonia Trágica de 1921, en el Cordobazo de 1969, en el movimiento piquetero de los ’90 y en muchas otras protestas, tanto en dictaduras militares como en gobiernos democráticos de distinto origen. Todos tienen muertos en su haber. Ahora Macri también tiene el suyo: Santiago Maldonado. Aunque las circunstancias de su muerte no están todavía debidamente aclaradas, es indudable que Maldonado murió por haber sido reprimido, porque nadie en su sano juicio no sabiendo nadar se va a tirar a un río de aguas muy frías. Y lo peor es que fue reprimido con saña, porque la orden que tenían los gendarmes aquel primero de agosto era despejar la ruta y no hostigar a los protestantes. ¿Por qué los persiguieron hasta el río? Para atraparlos y escarmentarlos a golpes. Para que aprendieran la lección de no molestar a los señores feudales de la Patagonia, como Benetton.

TODO TIENE QUE VER CON TODO

El cadáver de Maldonado fue encontrado una semana antes de las elecciones. En el gobierno hubo inquietud, no por la responsabilidad de la Gendarmería ni tampoco por la sugestiva presencia en el lugar del hecho de un alto funcionario del ministerio de Seguridad, sino por cómo podía afectar el resultado electoral. Pues bien, no lo afectó en nada. Y está muy claro el porqué: al nuevo votante, el votante pragmático, el votante que ya no se identifica con un partido político tradicional, la muerte de un hippie que andaba con indios salvajes le importó bien poco. El reclamo por su muerte fue ampliamente minoritario y lo encabezaron la izquierda y algún sector oportunista del kirchnerismo.

El ciudadano “común” tiene otros problemas mucho más importantes de los que ocuparse.

No hay comentarios: