10 de noviembre de 2016

Calma pueblo

LA MESA DE DIÁLOGO EN VENEZUELA ABRE UNA POSIBILIDAD FRENTE A LA EMBESTIDA DE LA OPOSICIÓN  

Tregua. Gobierno y oposición sentados para negociar el futuro venezolano. Voces dialoguistas y rupturistas que persiguen intereses antagónicos. Cómo reacciona la ciudadanía. Un nuevo escenario se abre para no seguir echando más petróleo al fuego.  

Por Marcelo J. Levy  

Mientras el primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Diosdado Cabello, aseguró que “no habrá referéndum revocatorio, ni elecciones generales adelantadas”, Henrique Capriles principal impulsor del Referéndum Revocatorio, exigió al oficialismo que, o presentan un cronograma electoral que incluya la fecha para las elecciones generales propuestas por el Gobierno o la reactivación de la junta de las firmas del 20% para el Referéndum.

De igual forma, y por la decisiva visita del Papa Francisco a Venezuela, el diálogo entre gobierno y oposición posterga tanto el RR el juicio político al presidente Nicolás Maduro y abre posibilidades para encaminar políticamente la situación del país, garantizar el abastecimiento de alimentos y medicinas a la población, y consensuar una agenda electoral.

El dialogo está apareciendo como una salida posible. Pero, como no podía ser de otra forma, los medios de comunicación concentrados en connivencia con los sectores opositores, tejen la desestabilización institucional del país. Si fracasara esta instancia dialoguista, la confrontación puede transformarse en formas más complejas, violentas y peligrosas, apoyadas ahora más que nunca con el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos. El éxito de este proceso de diálogo dependerá de la voluntad de encontrar puntos comunes y también del uso del lenguaje, abandonando la persistente guerra de micrófonos, acicateada desde el exterior.

Bajo la excusa de un gobierno dictatorial, la oposición intenta derrocar al gobierno, omitiendo que Maduro fue elegido bajo los mismos mecanismos que le permiten a la oposición elegir gobernantes de municipios y estados y obtener una representación mayoritaria en la unicameral Asamblea Nacional.

Los detractores del dialogo plantean que esta estrategia del gobierno  tiene como objeto dividir a la oposición entre dialoguistas y radicales destruyendo la alianza de la Mesa de Unidad Democrática con Jesús Torrealba y  Henry Ramos Allup, y por otro lado Leopoldo López desde la prisión, y Henrique Capriles en comunicación con la mayoría ciudadana.

Aquellos que defienden la mesa de discusión pretenden primero estabilizar Venezuela, estrategia a la que se suman dos de los mediadores de Unasur: el expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y el expresidente de Panamá, Martín Torrijos, quienes intentan un acuerdo para lograr que las instituciones recuperen su credibilidad e independencia.

Mientras, desde el oficialismo, se señala que “no se puede pretender darle un ultimátum a las conversaciones, a los diálogos y a la paz” y no se aceptan “amenazas” ni “condicionamientos”.

No existirá dialogo sin el reconocimiento de la otra parte y sobre la base de la confianza en la neutralidad de la tarea y propuestas de los acompañantes. Tampoco funcionará con desacreditaciones constantes y amenazas de ruptura. Y fundamentalmente, la mesa de dialogo tiene razón de ser desde el respeto a la soberanía, a las instituciones y al voto popular.

Se acordó el debate sobre la siguiente agenda: 1) Paz, Respeto al Estado de Derecho y a la Soberanía Nacional, coordinada por José Luis Rodríguez Zapatero; 2) Verdad, Justicia, Derechos Humanos, Reparación de Víctimas y Reconciliación, coordinada por el representante del Vaticano; 3) Económico-Social, coordinada por el ex presidente dominicano Leonel Fernández, y 4). Generación de Confianza y Cronograma Electoral, coordinada por el ex mandatario panameño Martín Torrijos.

No se puede negar que  hay disidencias políticas al interior del bolivarianismo y sectores que combaten al gobierno con más fuerza que la propia oposición: exministros de Chávez, grupos de izquierda, generales y altos oficiales en retiro (chavistas) que  apoyaron al referéndum revocatorio de Maduro. No todo el chavismo apoya a Maduro, pero, obviamente, menos aún a la MUD.

En 18 años de gobiernos bolivarianos se llevaron a cabo 18 elecciones, pese a lo que el chavismo ha estado bajo permanente sospecha antidemocrática por parte del poder mediático hegemónico. Además, en reacción a las continuas derrotas electorales, la oposición ha reaccionado organizando acciones desestabilizadoras como el golpe cívico-militar en el 2002, el paro petrolero en 2002-2003 y las más recientes medidas de desestabilización con “guarimbas” callejeras desde 2014.

Con la prioridad económica establecida (garantizar el abastecimiento de alimentos y medicinas) el referéndum revocatorio o el juicio político a Maduro ya lucen un asunto del pasado y hoy la oposición duda sobre lograr un acuerdo político que permita, a través de una enmienda constitucional, adelantar las elecciones generales para finales de 2017. O sea, un año más de gobierno para Maduro.

La oposición tiene experiencias que ponen en duda su poderío real (y no el virtual, que es inmensamente mayor, sobre todo en el exterior) y recuerda que en 2003, tras el golpe de Estado frustrado al presidente Hugo Chávez se instaló una mesa de diálogo, que allanó el camino para un referéndum revocatorio de su mandato. En ese año, Chávez redobló sus exitosos programas sociales y elección tras elección gobernó con altísima popularidad hasta el día de su muerte.

Se define el futuro de Venezuela en medio de un triunfo de los más reaccionarios de la historia del continente: el de Trump. Por esto y por el acceso al gobierno de sectores de derecha, es que el panorama venezolano es sombrío y con una gran incertidumbre. Lo mismo que el de Latinoamérica toda.

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