9 de abril de 2016

La paz es la guerra en la Israel de Latinoamérica o nuevas crónicas desde la colonia penal de Locombia



COLOMBIA: UN PAÍS MILITARIZADO (SEGUNDA PARTE)


Febrero del 2016. Locombia. Las fronteras con Venezuela bloqueadas. Promesas de paz con las FARC, tras más de cinco décadas de guerra civil (o lo que más al sur conocemos como terrorismo de Estado), que ya ha dejado más de 6 millones de víctimas: 5 millones y medio de personas desplazadas, mas miles torturadas, perseguidas, violadas, secuestradas, etc. y más de 600.000 muertos (aunque otros hablan de 300 mil). Mientras el ELN sigue sus acciones subversivas. Se cumplen 50 años del asesinato del cura guerrillero Camilo Torres, por el ejército colombiano. Y van casi dos años de la muerte del escritor y premio Nobel, Gabriel García Márquez. Y los más claros críticos de la zoociedad locombiana reciente, o son asesinados como Jaime Garzón (en 1999), o deben exiliarse, como Humberto Cárdenas hoy. La Israel de Latinoamérica cuenta hoy con una decena de bases militares norteamericanas en su territorio, mientras aumenta la producción de cocaína y heroína para exportarla a los mismos EEUU, y nos muestra cómo en el país del realismo mágico: las democracias neoliberales dejan más muertos y víctimas que las dictaduras militares.  

Por Xuan Pablo Gonzalez (desde Colombia)  

Colombia: una colonia penalnecrofílica 

El multiartista nómade Caspián Es vivió nueve años en Colombia, en distintos períodos y en distintos lugares del país. Hace poco estrenó en Quito (Ecuador), donde vive ahora, su ópera futurista IO, y cuando hablamos sobre la omnipresente presencia militar en Locombia, dijo que “Colombia es como una cárcel”. Y “a la gente le gusta estar vigilada… controlada”. Algo que no resulta nada extraño, sobre todo viendo que en Buenos Aires y en Argentina (y con la asesoría de Uribe incluida) en los últimos años está pasando cada vez más lo mismo, y eso posibilitó el crecimiento del PRO, que hoy gobierna el país, la principal provincia (Buenos Aires), y la Capital Federal. Y vemos que el artilugio mediático de “la inseguridad” (política, económica, social, etc.) es el que incentiva en la población “asustada”, el deseo de ser vigilados y controlados militarmente. Algo que se remonta (y ya fue experimentado) a los inicios del Plan Cóndor en los años 70. Y poco antes de ser asesinado Jaime Garzón en los neoliberales años 90, en su programa televisivo y satírico: Quac el noticiero, decía que Colombia “es una colonia agrícola… Y la milicia la quiere volver una colonia penal”. Sí: una prisión. Eran los tiempos en que Álvaro Uribe Vélez se perfilaba como el futuro presidente colombiano, y Garzón dijo: “Y será él quien por fin traiga a los redentores soldados norteamericanos, quienes humanizarán el conflicto, y harán de Uribe Vélez el dictador que este país necesita”. Y con Uribe se agudizó el conflicto y permitió la instalación de siete nuevas bases militares norteamericanas en Colombia, sumando a las que ya había: dejando por lo menos 10 bases, como decía César Estrada en Las bases militares gringas en Colombia, hace 6 años, según informa el CEPRID (Centro de Estudios Políticos para las Relaciones Internacionales y el Desarrollo).

Cuando entré a Colombia por segunda vez, en este 2016, el videasta y amigo Juan Manuel Figueroa me habló de las recientes matanzas de los paramilitares en el Cauca, y de cómo apilaban cadáveres descuartizados de indígenas y campesinos. También me citó a Humberto Cárdenas diciendo: “la sociedad colombiana es una sociedad necrófila”. Y Cárdenas continúa: “El sistema mundo capitalista, sistema al que pertenece Colombia, este país ficticio marcado sobre un mapa en el noroeste de Suramérica, es un sistema indefendible: ha impuesto a su propia población, como forma de vida, la huida permanente ante la barbarie, el vivir atravesados por el desgarramiento perpetuo de todas las formas de vida. Con la destrucción sistemática del universo de sus existencias, el capitalismo hunde en la deshumanización planificada a los pueblos del mundo. La deshumanización es la pérdida del lenguaje; sin lenguaje, el lenguaje del capital, la neolenguanarrada por Orwell en su novela 1984, cumple su papel: matar el pensamiento, imponer el poder y el deseo del no saber, aniquilar la capacidad de acción en los pueblos del mundo. La neolengua produce de manera vertiginosa derechos; el que produce, manda; el que consume, obedece. Entonces se actúa como si la promesa del derecho fuera real, cuando lo real ni siquiera es su inexistencia: es el escupitajo sobre la herida, es la guerra que golpea a los territorios del mundo para garantizar el acceso de las transnacionales a la naturaleza, en esa dicotomía perversa que permite exterminar pueblos para matar la tierra”. Y “el deseo de no saber” que impone el capitalismo-imperialismo, de “ignorar” qué es lo que pasa en realidad en el mundo, es algo que sobrevuela no sólo a Colombia, sino al resto de la región (y el mundo). El sangriento (necrofílico, vampírico y zombificante) cine de Hollywood (que invade las pantallas colombianas y latinoamericanas, especialmente con películas hiperviolentasdonde los héroes suelen ser siempre los agentes de la CIA y la DEA norteamericanos), la televisión, el fútbol, el reggaetón y la salsa y el pop (de Shakira a Juanes, etc., en el caso colombiano) y otras manifestaciones “culturales”, son las encargadas de dejar el terreno fértil para que esto suceda así, y no de otro modo. Ahora vivimos en una sociedad de control, decía el filósofo francés Gilles Deleuze. Y esto es evidente en Colombia. 

Un narco-estado locamente soñado 

Pero volviendo a las comparaciones entre Colombia e Israel: en el tema drogas, Colombia es estratégicamente mucho más importante que Israel. Ya que “Colombia produce el 80% de la cocaína mundial y un poco menos del 50% de la heroína que se consume en Estados Unidos”, dice en su libro En Colombia Sí Hay Guerra, el escritor Robinson Salazar Pérez.  Y si “la cocaína gobierna el mundo”, como escribió el italiano Roberto Saviano, Colombia debería dominar el mundo. Y ser un país muy rico. Ya que según los médicos japoneses Kunihiro Seki y Yoshito Nishi (en Coca: un biobanco, y citando un reporte de la INCB): “El mayor país consumidor de cocaína es Estados Unidos… con 157 toneladas (37 millones de dólares)”, y alrededor de una 40 % del consumo mundial. Segundo como país estaría Brasil con casi un 20 % (una cocaína llegada de Bolivia y Perú) y unas “80 toneladas (18 millones de dólares)”, pero a nivel regional, Europa consume más cocaína que Brasil, y todos los países suramericanos juntos, y gasta unos “36 millones de dólares”, casi tanto como EEUU, y convirtiéndose en el segundo consumidor mundial como Comunidad Europea. O sea que Colombia al vender el 80 % de la cocaína del mundo, tendría que ganar aproximadamente unos 37 millones de dólares de EEUU + unos 36 millones de dólares de Europa, al año, de los ricos consumidores cocainómanos del primer mundo: más de 73 millones de dólares. Pero el hecho concreto es que viajando por Colombia uno ve que éste no es un país rico, sino más bien pobre, tercermundista (donde sí hay una clase oligárquica dominante, pero la gran mayoría de la población es de clase baja), y sus rutas son oscuras como pocas (verdaderamente las carreteras colombianas están pésimamente iluminadas: o ¿estarán deliberadamente abandonadas a las penumbras?). Aunque blancas lleguen a destino.

Y desde la instalación del Plan Colombia en las últimas décadas: éste es un país con ocupación militar norteamericana. Y “los cultivos ilícitos han aumentado más de un treinta y cinco por ciento”, decía en el 2009, en pleno mandato uribista, el colombiano exiliado en Venezuela: César Estrada. Y para muchos Colombia es desde hace años un narco-estado, y Uribe habría sido su principal promotor, con la ayuda gringa. Ya que “los integrantes del Equipo de Gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en tan solo 8 años han transformado al Estado Colombiano en una verdadera red mafiosa que cuenta con la colaboración “desinteresada” y la asesoría de los Estados Unidos e Israel”, dice Alfonso Méndez, en Colombia, ¿ Un narco-estado..? Y continúa: “Colombia desde la llegada de Uribe Vélez a la Presidencia, ha vivido escándalo tras escándalo, como la Narcopolitica, con el aporte de dinero del Narcotráfico a las campañas del Uribismo y sus aliados políticos, la Parapolitica, con sus congresistas presionando a través de los paramilitares la compra de votos para la Reelección Presidencial o para la Aprobación del Congreso del acuerdo para la Instalación de las Bases Militares Estadounidenses, y más recientemente la vinculación de los hijos del Presidente (Tomás y Jerónimo Uribe) que han estado envueltos en escándalos relacionados con el tráfico de influencias para su enriquecimiento por intermedio de sus Empresas y con negocios vinculados al narcotráfico… Durante años las mafias que integran el narcotráfico han financiado el crecimiento de Colombia brindándole una infraestructura imposible de haberse construido con dineros bien habidos (no lavados) a la vista de una seguidilla de Gobiernos cómplices donde, el de Álvaro Uribe ha sabido institucionalizar las relaciones con el “Crimen Organizado” (productores, distribuidores, entidades financieras, paramilitares, etc.) convirtiendo a Colombia en un verdadero NARCOESTADO” (Méndez). Un Narcoestado soñado por y para el Imperialismo norteamericano: ya que en el tema de “la guerra contra las drogas… el autor de estos y otros problemas, siempre es Estados Unidos de Norteamérica, porque actúa abiertamente al servicio de su oligarquía industrial, venta de armas, equipos militares, fomenta la corrupción, chantajea a los países pobres en su beneficio, especialmente económico, de la élite política y de sus sistemas de dominación”, como dice el antropólogo boliviano Mauricio Mamani Pocoaca en su libro Pijchu. Y mientras la sagrada “hoja de coca previene la demencia… y es uno de los alimentos más nutritivos que descubrió la humanidad y además con propiedades medicinales” (Seki y Nishi), y antiguamente, y por miles de años “regulaba la convivencia pacífica de los pueblos de América del Sur y Central” (Mamani), hoy sigue siendo fumigada y perseguida, y pisoteada, para que en Locombia reine la cocaína y la guerra: una violencia narcoestatalmente democrática, gracias a los aportes de EEUU. 

La sabiduría de los Hermanos Mayores 

Y dentro de Colombia también quedan aún palabras sabias de la Tierra ancestral, vestigios de pueblos milenarios armonizados con el Cosmos, como los Koguis del norte de Colombia, de la Sierra Nevada de Santa Marta,  que son uno de los pueblos originarios que han alcanzado mayor notoriedad en las últimas dos décadas, difundiendo su voz por distintos medios: una voz donde la Mama Coca también se deja oír, y que ellos me compartieron de sus cocales milenarios orgánicos. Ellos, que se asumen (como otros pueblos originarios de este continente americano o AwyaYala) como guardianes de la Madre Tierra, de la Pachamama. Y se dicen así mismos los “hermanos mayores”, y que deben cuidar y guiar a los “hermanitos menores”: representados por los occidentales y/o occidentalizados, agringados, colonizados, mestizos/ y o criollos típicos, etc.     

Los Koguis como otros pueblos originarios, desde hace más de dos décadas no paran de dar la alarma y decir que la contaminación y depredación planetaria se ha vuelto demasiado grande, voraz e incontrolable, y el dolor de la Madre Tierra ante este abuso debe ser oído, y el saqueo detenerse antes de que sea demasiado tarde.

Hace un siglo el filósofo alemán Walter Benjamin veía claramente al “capitalismo como una religión” cuyo fin era la “la destrucción del mundo”. Esto para los pueblos originarios es más que evidente, y los Koguis, en medio de la depredación apocapitalíptica dicen y advierten: “el mundo no tiene que terminar, sino que podría continuar, pero a menos que dejen de violar la tierra y la naturaleza, que cesen de agotar la energía de la La Gran Madre, sus órganos, su vitalidad, a menos que las personas dejen de trabajar en contra de la Gran Madre, el mundo no durará”.

Hoy los Koguis, y los Arwakos, Muiskas, Tukanos, Ingas, Nasas y otros pueblos originarios de Colombia, siguen luchando por sus tierras, por sus tradiciones, por sus plantas sagradas, por sus vidas, y por la vida de todos en esta Tierra. Mostrándonos el camino como nuestros hermanos mayores: y que aprendamos a cuidar a nuestra Gran Madre Pachamama. En los pueblos originarios y sus sabidurías ancestrales, Locombia (y el resto de nuestros países latinoamericanos) podría encontrar las claves de sanación y corregimiento a nivel de una nación verdaderamente soberana, libre del control imperialista. Todo un reto (que se ve verdaderamente lejano), no sólo para la clase política, sino también para todas sus gentes. Un reto de crecimiento: individual y colectivo, que debería ser urgente. Por el bien de todos y todas.

(FIN DE LA SEGUNDA PARTE) 

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