7 de marzo de 2016

La paz es la guerra en la Israel de Latinoamérica o nuevas crónicas desde la colonia penal de Locombia



COLOMBIA: UN PAÍS MILITARIZADO 

Febrero del 2016. Locombia. Las fronteras con Venezuela bloqueadas. Promesas de paz con las FARC, tras más de cinco décadas de guerra civil (o lo que más al sur conocemos como terrorismo de Estado), que ya ha dejado màs de 6 millones de víctimas: 5 millones y medio de personas desplazadas, mas miles torturadas, perseguidas, violadas, secuestradas, etc. y más de 600.000 muertos (aunque otros hablan de 300 mil). Mientras el ELN sigue sus acciones subversivas. Se cumplen 50 años del asesinato del cura guerrillero Camilo Torres, por el ejército colombiano. Y van casi dos años de la muerte del escritor y premio Nobel, Gabriel García Márquez. Y los más claros críticos de la zoociedad locombiana reciente, o son asesinados como Jaime Garzón (en 1999), o deben exiliarse, como Humberto Cárdenas hoy. La Israel de Latinoamérica cuenta hoy con una decena de bases militares norteamericanas en su territorio, mientras aumenta la producciòn de cocaìna y heroìna para exportarla a los mismos EEUU, y nos muestra cómo en el país del realismo mágico: las democracias neoliberales dejan más muertos y víctimas que las dictaduras militares. 

Por Xuan Pablo Gonzalez (desde Colombia) 

La Pachamama es insurgente en la Israel del Latinoamérica 

Entrar a Colombia es entrar a un país en guerra. Como entrar a Israel. Colombia se convertirá en el Israel de América Latina” decía profético a principios de marzo del 2009, el entonces presidente venezolano: Hugo Chávez. Y poco después Ernesto Semán (en ¿El Israel de América Latina?) escribió desde Nueva York, en el corazón del Imperio: “si hacia el final de la Guerra Fría, Israel se consolidó como un bastión político y militar de Estados Unidos en una zona que le resultaba hostil, en los últimos años Colombia emergió como el enclave político y (crecientemente) militar más fuerte del gobierno norteamericano en la región (latinoamericana). El hecho de que ambos países, junto a Egipto, sean los tres mayores receptores de ayuda militar norteamericana hace la comparación más verosímil. Y se hace más creíble aún con el hecho de que algunos paramilitares colombianos se hayan entrenado en Israel durante los ’90, y de que mercenarios israelíes hayan entrenado fuerzas militares en Colombia durante el mismo período”. 

Y hace apenas un mes, en Las voces de la tierra que me habitan, el colombiano Humberto Cárdenas Motta, exiliado de su tierra natal, decía: “El sistema capitalista que rige en este país ficticio marcado sobre un mapa en el noroeste de Suramérica no puede más que ufanarse de ser “el Israel de Latinoamérica”… Bastaría mirar lo que hace Israel con la población palestina para saber qué papel juega ya este país ficticio frente a los pueblos del mundo, frente a los pueblos del continente. De Francia llegó a Latinoamérica todo el saber acumulado por el colonialismo francés en Argel: brutalidad pura. De Estados Unidos la barbarie refinada por la Escuela de las Américas. Todo esto se combina en este país ficticio con la experiencia acumulada por la opresión ejercida por siglos sobre su propio pueblo. El terror es una mercancía que se exporta como “asesorías militares” a diversos países de la misma manera que acá hubo asesores israelíes, gringos, etc. Ahora “el Israel de Latinoamérica” exporta su experiencia terrorista” hacia Argentina, Venezuela, Ecuador y otros países Latinoamericanos. Incluso Rafael Correa, presidente ecuatoriano, cuando la Colombia de Uribe bombardeó territorio amazònico ecuatoriano en marzo del 2008, acusò al mismo presidente colombiano Uribe de ser un gran mentiroso, de llevar adelante “polìticas militaristas”, y dejò bien en claro que: “el propio gobierno colombiano no quieren resolver ese conflicto” armado que lleva más de 50 años y más de 6 millones de víctimas. Los gobiernos democràticos colombianos demostraron ya por más de medio siglo, que: “No quieren la paz, quieren la guerra” (Correa).

Entrar a Colombia es entrar a un país en guerra: controles policiales, requisas abusivas, interrogatorios prepotentes (de uniformados que desconocen las leyes de su propio paìs), amenazas de muerte de paramilitares, trincheras militares en las calles y en las rutas, soldados y policías de verde armados hasta los dientes por doquier, megacarteles sobre la guerra y unirse al ejèrcito colombiano, videovigilancia, etc. Un clima omnipresentemente opresivo… un paìs violentado, una tierra violentada, un pueblo violentado: militarizado y traicionado… 

La paz es la guerra 

Hace unos años Raúl Zibechi explicaba que en Colombia: “la arcaica clase terrateniente ganadera, cuyos intereses aparecen entrelazados con el narcotráfico y los paramilitares, no parece feliz con las negociaciones” de paz entre el actual gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC (en Colombia: paz, tierra y derechos, del año 2012).

De hecho si revisamos la Historia del capitalismo (una“religiòn de la destrucciòn”, como decía el filòsofo Walter Benjamin), a la clase dominante nunca le interesó mucho la paz, o siempre le fue más rentable la guerra (en todos sus aspectos: fìsicos, psicològicos, económicos, cientìficos, territoriales, etc.).Y concluye Cárdenas, en este 2016: “La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza, escribió en su novela George Orwell. Todos los procesos de paz, hasta el presente, no son más que procesos que radicalizan la opresión. La vida perece. Las instituciones se afirman en el estercolero de sus discursos: “la Israel de Latinoamérica”. Bastaría mirar a militares israelíes matando niños, asesinando ante las cámaras de televisión a jóvenes mujeres… a sencillos seres humanos. La democracia es una máscara sangrienta. Como en un museo de cera el sistema produjo un muestrario de “víctimas”. En un mundo que se derrumba los pueblos sólo pueden ser combatientes. La naturaleza se levanta; la tierra es insurgente”. 

Y Jaime Garzón decía: “somos más de 30 millones contra una franja muy pequeña que se ha apoderado de los medios de comunicación y que se ha apoderado de todas las cosas.” Y agregaba: “Mientras nosotros estemos quietos respecto a la reacción de ESA clase, pues van a seguir haciendo lo que quieren, distribuyendo la plata como quieren, distribuyendo los contratos como quieren, distribuyendo NUESTRO bienestar como ellos quieren”. Y asesinando opositores “como quieren”: se calculan que hay más de 600.000muertos (aunque otros bajan las cifras a 300 mil), entre indìgenas, campesinos, sindicalistas (de multinacionales como Coca-Cola y Nestlé), activistas, periodistas, artistas, estudiantes, etc., muchos de ellos desaparecidos: y con gobiernos democràticos que llevan “una màscara sangrienta”. Para Camilo Torres: La oligarquía” locombiana es desde hace tiempo, especialista en organizar “Comedia de elecciones… que han traicionado al pueblo”. 

La zoociedad locombiana 

El humorista y periodista colombiano Jaime Garzón (1960-1999), creó entre 1990 y 1993 el programa de televisión: Zoociedad, donde hacía su brillante crítica satírica política-social de su país. En este febrero del 2016, en la ciudad de Popayán (capital del Cauca en el suroeste de Colombia), el videasta y documentalista y amigo colombiano (que también estuvo estudiando y viviendo en Buenos Aires): Juan Manuel Figueroa, me dice que Garzón es a Colombia lo que Diego Capusotto a la Argentina (con su Peter Capusotto y sus videos).

Pero el humor satírico de Garzón era más frontal, y eso no fue tolerado por sus ricos enemigos colombianos, que mandaron a sicarios a que lo asesinaran en su camioneta en Bogotá, en 1999, cuando iba a hacer su programa en Radionet (y muchos apuntan al expresidente Uribe Vélez, que fue fuertemente criticado por Jaime). Y Jaime hablaba mucho de la alienación de la zoociedad locombiana, y dijo que “En Colombia los ricos se creen ingleses, la clase media se cree gringa, los intelectuales se creen franceses, y los pobres se creen mexicanos”.

Esto emparenta a la zoociedad colombiana con la también alienada zoociedad argentina, con la diferencia elemental de que los pobres en Argentina, hasta hace muy poco (al menos) se creían peronistas. El peronismo en Argentina marca la diferencia: hace más de medio siglo en Argentina éste creó a Perón y Evita (en 1945). En Colombia con el asesinato del político Jorge Eliécer Gaitán Ayala en 1948,“junto a miles de campesinos” asesinados (Àngel Hierrezuelo), hizo que todo desembocara en la protesta popular del Bogotazo (reprimida), y despuès en sucesivos enfrentamientos armados entre conservadores y liberales, con la omnipresente presencia paramilitar, y en la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, que hablaba de “pacificar” Colombia con represiòn (de 1953 a 1957), y después, a partir de los años 60, en sucesivas  insurrecciones guerrilleras (que en los dos primeros casos continúan hasta el día de hoy): con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), y el ELN (Ejército de Liberación Nacional), y tambièn el M-19 (Movimiento 19 de Abril),el EPL (Ejército Popular de Liberación) y el (indigenista) MAQL (Movimiento Armado Quintín Lame). Camilo Torres Restrepodefinìa esos años asì: Cuando el pueblo pedía un jefe y lo encontró en Jorge Eliécer Gaitán, la oligarquía lo mató. Cuando el pueblo pedía paz, la oligarquía sembró el país de violencia. Cuando el pueblo ya no resistía más violencia y organizó las guerrillas para tomarse el poder, la oligarquía intentó el golpe militar para que las guerrillas, engañadas, se entregaran. Cuando el pueblo pedía democracia se le volvió a engañar con un plebiscito y un Frente Nacional que le imponían la dictadura de la oligarquía”. 

En Colombia el tango (que gusta mucho a lxs colombianxs) tambièn “queda marcado con la muerte: la de Gardel, el 24 de junio 1935, en Medellìn” (como me recuerda otro parsero amigo), y Jaime decía crítico: “Yo no he visto ciudadanos del mundo más cómodos que los colombianos. Somos comodísimos, la ley del menor esfuerzo y un pesimismo…”.Y también: “El problema de los colombianos es que no tenemos una conciencia colectiva. Tenemos una posición cómoda e individual ante la vida”. Pero como para la zoociedad colombianaha habido una sola y breve dictadura militar genocida (la de Rojas Pinilla), hanterminado aceptando la violencia (militar y paramilitar, sobre todo) como parte del paisaje natural de Macondolandia, por más de medio siglo, y bajo sucesivos gobiernos democráticos. Y el sueño americano gringo (el american way of life) parece haberse convertido en pràcticamente la única meta social, exceptuando por supuesto a los pueblos originarios, que aún mantienen una visión màs clara del mundo. Y mientras en Argentina la última dictadura militar, del 76 al 83, dejò 30.000 desaparecidos y una herida profunda ya flor de piel, en Colombia las estadísticas de las últimas cinco dècadas hablan de màs de seis millones de vìctimas: millones dedesplazados, perseguidos, torturados, heridos de guerra, exiliados,etc., màs de 4000 casos de violencia sexual y màs de 7000 mil niños forzadamente reclutados, y màs de 600.000 muertos (y son cifras oficiales, segùn Univisiòn y Hispantv).Demostrando que en Colombia: “El presidente nunca se dirige al país, se digiere al país” como decía Jaime. Y hace nomàs un par de dìas un joven poeta y estudiante colombiano exiliado en Ecuador, me contaba de la represiòn de agosto del 2015, a una manifestaciòn estudiantil universitaria en Bogotá (por la expulsión de los profesores de la Universidad), y que fue reprimida violentamente por las fuerzas del orden del gobierno de Santos, y dejó a tres estudiantes muertos.Y la semana pasada tambièn fue asesinado el gobernador indígena Yanacona de Río Blanco: William Alexander Joiner, en Popayán. Y más de 300 líderes campesinos han sido asesinados en el país en el 2015 “mientras que otros siete mil han sido encarcelados”, según el vocero de Marcha Patriótica y defensor de DDHH, Andrés Gil.Y denunciaron que este crimen “forma parte del plan de exterminio contra los líderes sociales, indígenas y campesinos” (Telesur).

Y recientemente también se cumplieron 50 años del asesinato (por el ejèrcito colombiano) del cura guerrillero (que se habìa sumado al ELN) Camilo Torres, que decía: “Es necesario entonces quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres”, y que “Cuando hay una autoridad en contra del pueblo, esa autoridad no es legítima y se llama tiranía”. 

(FIN DE LA PRIMERA PARTE) 

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