LA
LUCHA CAMPESINA EN HONDURAS
Chabelo
Morales es un líder diferente. Es un símbolo. Simboliza al campesino común y
corriente al que le son violados todos sus derechos por ser pobre, campesino,
iletrado. Es un símbolo de las decenas de miles de personas que en Honduras son
excluidas. Su vida revela la de tantas y tantos hondureños que sufren las
consecuencias de la impunidad, la discriminación y la injusticia.
Por Ismael Moreno
Chabelo Morales, “El Chele”, como le llama todo mundo por su destacada
tez blanca, nunca pudo imaginar que, de ser un campesino sin más letras que las
de su segundo grado y sin haber tenido nunca un cargo de dirigente de base, se
convertiría en un símbolo por la lucha agraria y la libertad, desafiando al
sistema de justicia hondureño, el que junto a los medios corporativos y a los
terratenientes de la zona del Aguán, se afanaron en convencer al gobierno, a
las iglesias, las organizaciones no gubernamentales, la comunidad internacional
y a la gente del país que lo de este campesino iletrado no pasaba de ser un
hecho común de criminalidad.
La madeja del caso de Chabelo Morales es muy larga. Sus hilos llegan a
la entraña más profunda de la alta conflictividad agraria acumulada en el valle
del Aguán, como en todo el país, a lo largo de las últimas tres décadas. Los
hilos se entrelazan con la política neoliberal que en 1991 se expresó en la
aprobación e implementación de la Ley de Modernización y Desarrollo del Sector
Agrícola, que convirtió la Ley de Reforma Agraria de comienzos de los años 70
en un instrumento que legalizaba la venta de las tierras destinadas a reforma agraria
a personas naturales: terratenientes y empresarios agroindustriales.
La madeja se enrolla en un sistema de justicia politizado y manipulado al
antojo de los grupos de poder fácticos, los cuales, a su vez, establecen sin
escrúpulos que la ley del Estado es para los de arriba y a los campesinos y
ciudadanos comunes les dejan el mensaje de que la ley que gobierna Honduras es
la ley de los fuertes.
SEIS AÑOS EN LA CÁRCEL
El 17 de octubre de 2014 José
Isabel “Chabelo” Morales cumplió seis años de estar privado de libertad,
acusado de homicidio y con una sentencia que lo condena a pasar en prisión 17
años y medio. El 26 de agosto Chabelo cumplió 38 años. Es padre de cinco hijos.
Se dedicaba a trabajar la tierra por la mañana y en las tardes de cada día a
vender conos de helado y a jugar fútbol. Mientras ha estado recluido en prisión
se le murieron accidentalmente una hija de tres años, su padre y su abuelo, que
murió de tristeza.
Cuando lo capturaron, hacía dos
meses y medio que había ocurrido una tragedia en las inmediaciones de la
comunidad agraria “Guadalupe Carney”, en donde habitan varios centenares de
familias beneficiarias de las tierras que en los comienzos de la década de los
80 fueron usadas para las instalaciones del Centro Regional de Entrenamiento
Militar (CREM), del ejército de Estados Unidos. Tras una extraña negociación
del gobierno estadounidense, esas tierras pasaron a ser propiedad del Estado.
LA TRAGEDIA DE AGOSTO 2008
La acción que llevó a Chabelo
Morales a la cárcel ocurrió el 3 de agosto de 2008 en la vivienda que, sin
sustento legal, ocupaba la familia del alto oficial de la policía Henry Osorto,
entrenado militarmente por el ejército de Estados Unidos en la Doctrina de
Seguridad Nacional. Después de muchas confrontaciones, amenazas y acciones
sangrientas realizadas por Osorto y su familia, y luego del asesinato, ese
mismo día, del campesino de la comunidad Arnulfo Guevara, los pobladores de la
comunidad decidieron enfrentar a los familiares y guardias de Osorto, que les
impedían recoger el cadáver del compañero asesinado.
De acuerdo a diversos
testimonios, la comunidad agraria, muy indignada, habría decidido unirse para
recoger el cadáver de Guevara. Armados con palos y machetes, unos 300
pobladores se aproximaron a la propiedad de Osorto, los guardias abrieron
fuego, los pobladores se enfurecieron y, en lugar de retroceder, avanzaron. La
vivienda de Osorto comenzó a incendiarse, según testigos por la pólvora y
municiones que el militar guardaba dentro, aunque la versión oficial fue que
los campesinos la incendiaron al disparar. El armamento guardado causó una
explosión dejando como resultado más de una decena de muertos, entre familiares
y guardias de seguridad de Osorto.
El día de la tragedia era domingo
y Chabelo Morales había salido desde temprano a vender helados en su bicicleta.
Dos días antes, como todos los viernes desde hacía aproximadamente un año, se
había presentado en los juzgados de Trujillo para firmar el acta, porque tanto
él como otros cinco miembros de la comunidad tenían medidas sustitutivas de
prisión tras haber sido acusados y procesados, sin seguir el debido proceso,
por haber participado en el hurto del producto de la palma africana de un
camión propiedad de Henry Osorto. Al regresar de la venta de conos, y siendo domingo
por la tarde, Chabelo se fue a jugar fútbol junto con otros jóvenes de la
comunidad. Persiguiendo el balón de fútbol estaba cuando le avisaron de la
muerte de Arnulfo Guevara. Chabelo corrió en dirección hacia el rancho de
Osorto y fue uno de los que cargó el cadáver de su amigo Arnulfo, mientras los
demás enfrentaban a los guardias y familiares de Osorto en el rancho, ya
envuelto en llamas.
CÓMO LO ARRESTARON
Dos semanas después de la
tragedia, el juzgado extendió orden de captura contra 32 pobladores de la
comunidad agraria, acusados de homicidio. Entre ellos Chabelo Morales. En
asamblea, la comunidad acordó que ninguno de los que tenían orden de captura
saldría del perímetro comunitario y que todas las familias apoyarían en los
trabajos de la tierra que los amenazados no pudieran realizar. A pesar de la
orden de captura en su contra, Chabelo se presentó como todos los viernes en el
juzgado. “Me gusta ser cumplidor de la ley” fue la razón que dio cuando se le
alegó por su imprudencia e indisciplina al no respetar la decisión de la
comunidad. Una vez que firmó en el libro del juzgado, el juez ordenó ahí mismo
a los policías que lo arrestaran. Por varias horas lo interrogaron, después lo
subieron a un helicóptero y lo trasladaron al centro penal de La Ceiba, en
Atlántida. Era el 17 de octubre de 2008.
EL ESTADO EN EL BANQUILLO DE LOS RESPONSABLES
Con los hechos sangrientos del 3
de agosto de 2008 culminó una etapa de desencuentros entre la comunidad agraria
“Guadalupe Carney” y la gente liderada por Henry Osorto, quienes desde el año
2000 persistían en retener una tierra cuya propiedad pertenecía a las familias
de la comunidad. Fue también la culminación de una etapa de negligencia de las
instituciones del Estado, que nunca hicieron cumplir la ley, violentada por el
grupo usurpador de tierras. Las responsabilidades por aquella tragedia las
comparten el Estado, el grupo usurpador y la comunidad.
En primer lugar, el Estado
hondureño. Durante un largo proceso de veinte años, en el Estado recae la mayor
de las responsabilidades. Las autoridades agrarias y los operadores de justicia
tienen la responsabilidad por las muchas muertes que han ocurrido en el Aguán,
particularmente en el conflicto entre la comunidad agraria “Guadalupe Carney” y
los terratenientes de la zona.
Todo lo ocurrido en los últimos
25 años los coloca en el banquillo de los acusados. Cuando en 1983 el Estado
indemnizó al portorriqueño estadounidense Temístocles Ramírez, por alegar daños
ocasionados en las tierras destinadas al entrenamiento militar en el CREM,
estas tierras pasaron a ser sujetas de reforma agraria, conforme a la ley. Sin
embargo, nada hizo el Estado cuando en 1991 la municipalidad de Trujillo le
vendió ilegalmente esas tierras al grupo de Henry Osorto. Las instituciones estatales
de justicia nunca sancionaron la acción ilegal del alcalde y de los
funcionarios municipales.
En el año 2000, el Estado, bajo
el gobierno presidido por Carlos Roberto Flores Facussé, y a través de Aníbal
Delgado, Ministro del Instituto Nacional Agrario (INA), decidió resolver el
problema estableció que las tierras que pertenecieron al CREM eran tierras
nacionales y no ejidales y, por consiguiente, debían ser entregadas a los
campesinos. Decidió también indemnizar a las personas a las que la
municipalidad había vendido esas tierras, por las inversiones realizadas. El 14
de mayo de 2000, el Estado entregó oficialmente esas tierras a 700 familias
campesinas agrupadas en el Movimiento Campesino del Aguán (MCA), que ese mismo
día decidieron convivir y fundar la comunidad agraria “Guadalupe Carney”.
No obstante haber sido
indemnizados, los terratenientes, ganaderos, comerciantes, abogados y políticos
de alto vuelo que ocupaban las tierras siguieron usurpándolas, mientras las
instituciones del Estado se hacían las desentendidas. Esto creó un creciente
clima de tensión y de confrontación entre los campesinos y los ganaderos. En
lugar de desalojar a los invasores, las instituciones del Estado participaron
por acción y por omisión en la violación de la ley. El 29 de abril de 2008,
durante el gobierno de Manuel Zelaya, el Congreso aprobó un decreto que daba
potestad para expropiar las tierras ocupadas por ganaderos para adjudicarlas a
los campesinos del MCA.
En mayo de 2008, las empresas
campesinas “Luchemos Unidos” y “Santa María de los Ángeles”, a la que
pertenecía la familia de Chabelo, recuperaron parte de las tierras que el
Estado les había adjudicado y que estaban siendo usurpadas por los Osorto. El
11 de junio de 2008 fue asesinado el campesino Irene Ramírez, miembro de “Santa
María de los Ángeles”, supuestamente por guardias de seguridad de Osorto, quien
se dedicaba a amenazar y a aterrorizar a los campesinos, decididos a cumplir
con el decreto que les daba derecho a recuperar legalmente las tierras.
LOS USURPADORES EN EL BANQUILLO
En segundo lugar, los
responsables de la tragedia del 3 de agosto de 2008 son los usurpadores de las
tierras de reforma agraria. A pesar de que el Estado rectificó la acción ilegal
de la municipalidad de Trujillo, siguieron ocupando ilegalmente las tierras.
Henry Osorto abusó de su
autoridad como oficial de la policía para chantajear, amenazar y promover la
muerte de campesinos, envalentonando a otros usurpadores y condicionando a los
operadores de justicia, al menos para retardar, cuando no para violar, la toma
de decisiones conforme a derecho. Los usurpadores también usaron sus
privilegios para publicitarse como defensores del Estado de derecho y para
presentar a los auténticos propietarios de las tierras como violadores de la
ley. Los pacíficos eran violentos y subversivos, mientras que los fuertes
aparecían como víctimas pacíficas.
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CAMPESINOS
También tiene responsabilidad en
los hechos sangrientos del 3 de agosto, la comunidad agraria “Guadalupe
Carney”. Por defender el derecho a velar y dar cristiana sepultura al cadáver
del campesino Arnulfo Guevara, la comunidad acabó participando en la violación
al derecho a la vida, dejándose llevar por la desesperación y la indignación.
Al ver violentados sus derechos y ante la negligencia de las instituciones del
Estado, cayeron en la tentación de la respuesta violenta y decidieron tomarse
la justicia por sus manos.
“Si el Estado nos dejó huérfanos
después de habernos concedido el derecho a la tierra, no teníamos ningún otro
camino que defendernos y luchar por recuperar la tierra que da sustento a
nuestra vida”, dijo uno de los dirigentes campesinos del MCA y de la comunidad.
Desde que se fundó en el año 2000, la comunidad agraria “Guadalupe Carney” ha
vivido bajo el acecho y la zozobra. Acechada por los usurpadores de sus
tierras, también ha vivido bajo zozobra ante la constante amenaza de las
fuerzas del orden público y del ejército, que han sostenido la acusación de que
la comunidad entrena y protege guerrilleros, guarda armas y realiza acciones
desestabilizadoras en contra del Estado.
LA “LEY” DEL PODEROSO MIGUEL FACUSSÉ
También ha debido confrontar la
comunidad al poderoso empresario Miguel Facussé Marjum, dueño de la hacienda
“Tumbador”, ubicada dentro del perímetro de las propiedades que pertenecían a
Temístocles Ramírez, las que, según el INA, forman parte de las cerca de las 6
mil hectáreas adjudicadas a las familias organizadas en el MCA.
Facussé argumenta que esa
propiedad quedó fuera de la indemnización que recibió Temístocles porque él la
compró mucho antes de que las tierras de la zona fueran usadas para las
instalaciones del CREM. Hoy, es la ley y la decisión del Estado contra la palabra
del poderoso. Y en Honduras la balanza se inclina inevitablemente hacia la ley
de los fuertes. Facussé sigue posesionado de la hacienda “Tumbador”, armado
hasta los dientes, contando con una masiva protección del ejército hondureño y
de centenares de guardias privados, en su mayoría entrenados por especialistas
colombianos.
Los hechos sangrientos del 3 de
agosto de 2008 no fueron el final. La sangre continuó derramándose. En un
contexto de continuas amenazas, zozobra y confrontaciones, cinco campesinos de
la comunidad “Guadalupe Carney” fueron asesinados el 15 de noviembre de 2010 y
otros quince heridos, dentro de la hacienda “Tumbador” por centenares de
guardias privados de Facussé, cuando se internaron en la hacienda sabiendo que
esas tierras son de su propiedad de acuerdo a la ley.
Ante el conflicto agrario en el
Aguán, el Estado guarda silencio. Las muertes de esos cinco campesinos quedaron
en la impunidad, aun cuando Facussé reconoció que sus guardias privados les
habían disparado. En este litigio ni las autoridades del INA ni los operadores
de justicia han querido sentar una posición que delimite la propiedad de las
tierras. Los campesinos del MCA han acabado pagando un alto precio en vidas
humanas, han visto criminalizada su lucha por la tierra y son amenazados y
perseguidos por los terratenientes de la zona, por la policía y por el
ejército.
Los medios de comunicación
nacionales refuerzan la visión de que los campesinos del MCA son una banda de
delincuentes que desestabilizan la zona y con sus acciones subversivas impiden
el desarrollo y el progreso que con tanto esfuerzo impulsa el exitoso empresario
Miguel Facussé Barjum. Esta versión cala tanto que los guardias del centro
penal de El Porvenir se refieren a Chabelo Morales como “Chele Masacre”,
haciéndole responsable de los hechos sangrientos de agosto de 2008.
EL PATRIARCA DE LA FAMILIA MORALES
José Isabel “Chabelo” Morales
nació el 26 de agosto de 1976 en la comunidad de Loma Alta, en la zona de
Azacualpa, entonces municipio de Macuelizo, en los valles del occidental
departamento de Santa Bárbara. A la edad de cuatro años, y cuando sus padres
Antonio y Ramona tenían sólo a Susana y a Chabelo, los dos mayores de entre los
trece hermanos y hermanas que tuvo, su abuelo paterno, don Chabelo Morales,
decidió emigrar, y llevarse a sus hijos, casados y solteros, hacia el
departamento de Colón. Don Chabelo era un campesino cafetalero y ganadero
medio, con un patrimonio con capacidad para que sus hijos tuvieran su propia
parcela. Vendió todo y con dinero en mano compró propiedades en el valle y en
las laderas de la cordillera Nombre de Dios, frente a las costas del puerto de
Trujillo.
A finales de los años 70, y tras
la migración inducida de centenares de familias para organizarse en
cooperativas productoras de palma africana, a don Chabelo le entró el gusanito
de mejorar sus condiciones de vida en las promisorias y fértiles tierras del
Aguán, viendo lo bien que les estaba yendo a las familias que ya se habían
ubicado allí. Don Chabelo vendió sus propiedades para trasladarse al Aguán y
comenzar una nueva vida, pero siempre trabajando en lo propio, porque nunca
creyó en el trabajo colectivo o en cooperativas. “El buey solo se rasca”, decía
en su hamaca mientras rechazaba cualquier consejo que le recomendaba que en las
cooperativas palmeras le iba a ir mejor. Con la venta de sus propiedades en
Santa Bárbara, don Chabelo compró tierras en la zona de la montaña, en la
margen izquierda del río Aguán, estableciéndose en la naciente comunidad San
José de la Montaña, a unos ocho kilómetros de Ilanga, uno de los centros
poblados más antiguos del valle del Aguán.
UNA CASA DE PUERTAS ABIERTAS
La extensa familia Morales
representa una tradición religiosa muy arraigada, de católicos practicantes.
“Cualquier cosa se puede dejar el domingo, menos asistir a la celebración de la
Palabra o a la misa cuando llega el cura” era un lema familiar que todos los
niños y niñas aprendían desde que tomaban conciencia de estar en este mundo. El
niño Chabelo fue durante poco tiempo a la escuela, pero nunca faltó a la
catequesis, a la celebración de la Palabra y a la misa. La primera acción
pública de la familia Morales era el bautismo de las criaturas en el tiempo más
corto posible después de que nacían.
Muy dedicados a trabajar la
tierra, la casa de don Chabelo y de su esposa, doña Martina Gavarrete, estaba
siempre llena de hijos y nietos. Nadie llegaba que se quedara sin comer
frijoles con tortillas. Las visitas pastorales que realizaban los sacerdotes,
las religiosas y los seminaristas, tanto a la pequeña comunidad de San José de
la Montaña -conformada mayoritariamente por el apellido Morales-, como a la más
grande comunidad vecina, Los Ángeles, siempre comenzaban o terminaban en
aquella casa.
“PARA TRABAJAR HAN NACIDO”
José Isabel “Chabelo” Morales fue
uno de los nietos que desde muy pequeño trabajó al servicio de su padre y de su
abuelo. En una familia campesina tan tradicional lo importante para los padres
era que los niños aprendieran a trabajar la tierra desde pequeños y que las
niñas aprendieran los oficios domésticos. La educación escolar nunca fue
prioridad. Por eso, el niño Chabelo apenas aprendió las primeras letras, no
pasó del segundo grado de primaria.
En una ocasión, Chabelo estaba
alejado de la casa cuando su abuela preparaba una suculenta sopa de gallina
para atender al sacerdote y al seminarista que acababan de llegar a la casa
haciendo un alto en su camino. Antes de servir a los visitantes especiales,
doña Martina llamó a gritos; “¡Chabelito, venga a comer, apúrese!”. De lejos se
oyó la voz del niño: “¿Para qué?”. Doña Martina ordenó. “¡Que venga le digo,
aquí tiene su plato!”. El sacerdote le preguntó a doña Martina por qué había
que insistirle a Chabelito para llamarlo a comer. “Es que ellos saben -dijo su
abuela- que no pueden estar sin hacer nada, que para trabajar han nacido, y si
los llamo para que coman primero que los demás, es para que vayan a aguar a los
animales, para que vayan a traer leña, para que vayan
a dar de comer a los chanchos…”
EL OCASO DEL PATRIARCA MORALES
La vida para las familias
campesinas de la margen izquierda del río Aguán no fue fácil, porque al poco
tiempo de trabajar aquellas tierras comprobaron que era la única zona árida que
existe en el fértil Aguán. Por alguna razón, probablemente por los vientos que
trae el mar y que cruzan por donde agoniza la cordillera de Nombre de Dios, las
nubes no se estacionan, las lluvias son escasas y la tierra produce mucho menos
que en otras zonas del valle y de las laderas.
En muy poco tiempo las familias
campesinas asentadas allí se vieron obligadas a emigrar. Todas se fueron
empobreciendo. Ésa suerte corrió la familia Morales. A comienzos de los años
80, cuando llegaron a la zona, se contaban entre las más prósperas entre las no
organizadas en cooperativas de la reforma agraria y, por eso, no beneficiarias
de la atención del Estado, como sí lo eran las familias organizadas en
cooperativas productoras de palma africana.
Algunos de los hijos de don
Chabelo, Agapito, Gregoria, Manuel y el mayor de sus nietos, Pedro, fueron los
primeros en emigrar a Estados Unidos. Para pagar al coyote don Chabelo vendió
ganado y tierra. Después les siguieron otros hijos, yernos y nietos. Algunos
fueron deportados, lo que contribuyó a la drástica disminución del patrimonio
del abuelo.
La familia de don Chabelo incluyendo la familia nuclear de José Isabel
“Chabelo”, acabó vendiendo lo que les quedaba de sus tierras, abandonaron
aquellas tierras áridas. Descapitalizado y enfermo, don Chabelo decidió
repartir entre sus hijos y nietos la poca propiedad que aún tenía y con el poco
dinero que le quedó compró una vivienda en el área poblada de Ilanga. Sus hijas
menores se casaron y se trasladaron a vivir a la ciudad de Tocoa. De haber sido
el firme patriarca que velaba por toda la familia, don Chabelo pasó a ser un
maltrecho enfermo en silla de ruedas, dependiente de las pequeñas ayudas de sus
hijos y nietos.
Su enfermedad se acrecentó tras
el encarcelamiento de su nieto Chabelito, “Es mi mayor vergüenza y dolor -dijo
entre lágrimas un día que lo visitó un amigo sacerdote-. Nunca pensé que iba a
tener en la cárcel a alguien de mi familia, porque yo los eduqué a todos ellos
para el trabajo honrado. Vivimos pobres, pero con la dignidad y la frente en alto”.
Con ese sufrimiento lo sorprendió la muerte el 29 de enero de 2012, acongojado
y triste,
sin haber visto en libertad a su nieto.
EL “CONERO” ORGANIZADO
En situación crítica estaba la
familia Morales cuando a comienzos del año 2000 se presentó la oportunidad de
organizarse en el MCA, el que, con el apoyo de la pastoral social de la
parroquia de Tocoa, ofrecía la construcción de viviendas en la localidad en
donde estuvieron las instalaciones del CREM. Antonio Morales y su familia, se
anotaron en la nueva organización, viendo en ella la oportunidad de acceder a
tierra, a trabajarla y así a mejorar su precaria situación económica. Para
entonces José Isabel “Chabelo” ya tenía pareja. En 2003 nació su primer hijo,
pero a los meses de nacido se separó de su primera mujer. Con Juana, la
segunda, procrearía tres criaturas.
Chabelo, su padre y varios
hermanos se unieron al MCA y junto con centenares de familias organizadas
emprendieron la lucha por defender aquellas tierras. La familia Morales buscó
todas las vías honradas para salir adelante. Mientras luchaban por impedir que
les arrebataran sus parcelas, unos salían a “chambear” a Tocoa o a jornalear en
haciendas vecinas. Chabelo logró ahorrar algo de dinero, compró una bicicleta y
una nevera y se dedicó a vender helados en cono por toda su comunidad y por las
comunidades vecinas. “El conero” lo llamaron.
VÍCTIMA DE UN PROCESO VICIADO E ILEGAL
Después de la tragedia de agosto
de 2008 a Chabelo lo capturaron el 17 de octubre. Dos semanas después
capturaron también al joven Carlos Antonio Maradiaga, de la misma comunidad
agraria. Ambos fueron acusados de una multitud de delitos.
Los dos pasaron recluidos en el
centro penal de El Porvenir, cerca de la ciudad de La Ceiba, hasta su
enjuiciamiento en junio de 2010. Maradiaga fue absuelto de todos los delitos,
mientras que Chabelo fue condenado por el delito de homicidio. La sentencia
condenatoria la recibió tres años después, en 2013, en violación al artículo
188 del código de procedimiento penal, que establece que ninguna persona puede
permanecer privada de libertad por más de dos años sin haber sido sentenciada.
Los abogados defensores presentaron recurso por violación de la ley, pero nadie
en el sistema de justicia les prestó atención.
Una vez recibida la sentencia condenatoria, la defensa presentó recurso de
casación. Fue aceptado por la Corte Suprema de Justicia, declarando nulo el
juicio y, por consiguiente, obligando a que se iniciara de nuevo. Esta
resolución de la sala de lo Penal de la Corte ponía ipso facto en libertad a
Chabelo, de acuerdo a los abogados que voluntariamente decidieron defenderlo, y
de acuerdo a muchos otros expertos jurídicos. Sin embargo, las fuerzas
invisibles que conocen el poder visible del Comisionado Henry Osorto y se
someten a él, mantuvieron preso al “campesino conero”.
A comienzos de 2014 se realizó de
nuevo el juicio, y tras diversas anomalías y arbitrariedades, de testigos
falsos que trastocaron descaradamente los testimonios del primer juicio de
junio de 2010, Chabelo fue de nuevo condenado y sentenciado a 17 años y medio
de prisión por el delito de homicidio. La interposición de un nuevo recurso de
casación espera una respuesta de la Corte Suprema en un proceso que es
evidentemente político y que responde a la ley de los fuertes.
YA EN LA CÁRCEL
En la cárcel Chabelo Morales ha
logrado ganarse la simpatía de las autoridades, de otros privados de libertad y
de los visitantes. Inicialmente, y por amenazas de un privado de libertad, lo
trasladaron a una celda separada. Después, por su comportamiento y
servicialidad, las autoridades lo trasladaron a compartir habitaciones con los
policías.
Las autoridades le delegaron la tarea de chapear la grama del campo del centro
penal. Mientras realizaba esa tarea -justamente el 26 de agosto de 2011, cuando
cumplía 35 años-, la cortadora del césped se rompió y dos de los pedazos se
estrellaron contra el rostro de Chabelo. Uno le arrancó un trozo de la lengua y
el otro se le encajó en el ojo derecho. Por falta de atención médica inmediata
y adecuada, acabó perdiendo completamente la visión del ojo. En enero de ese
año había perdido a su padre, a quien se le disparó su arma calibre 22 mientras
iba a trabajar la tierra y unos meses antes había perdido a su pequeña hija de
tres años, ahogada tras caer en la pila de agua mientras jugaba.
RODEADO DE SOLIDARIDAD
La solidaridad que su caso ha
despertado, ha contribuido a que Chabelo haya establecido una importante
cantidad de relaciones humanas con personas y grupos, tanto nacionales como
internacionales. Gregory, un gringo de Chicago, llegó un día sin hablar español
a la conflictiva zona del Aguán para conocer de cerca la problemática. Tras
visitar en la cárcel a Chabelo decidió quedarse por unos meses y ya lleva más
de tres años viviendo allí con su familia. Aprendió a hablar muy bien el
español, y si no fuera por su altura y corpulencia que hace que haya gente que
le llame “Tres pisos” o que piense que vino del planeta de los gigantes,
estaría confundido como uno más en la comunidad agraria “Guadalupe Carney”. Su
gran solidaridad personal con Chabelo Morales y con su familia se ha traducido
en la solidaridad que ha logrado desarrollar en organizaciones de base y
activistas de Estados Unidos.
UN LÍDER DIFERENTE
Chabelo Morales no fue ni es un
líder campesino, en el sentido en que así se entiende en las organizaciones
campesinas, sociales y populares. Nunca fue elegido para un cargo de dirección
ni siquiera para cargos directivos medios. Fue un luchador agrario de base, un
joven campesino, uno más entre los miles que han sufrido discriminaciones por
ser pobres y campesinos, por no tener estudios. Se ha ganado la vida desde la
pobreza y la honradez, enfrentando una vida que le ha sido ingrata negándole
oportunidades.
No han faltado organizaciones que han guardado silencio o se han desentendido
de su caso porque Chabelo no cuenta con una hoja de vida que lo acredite con
una trayectoria de liderazgo reconocido. Esas mismas organizaciones que se han
mantenido impasibles ante el caso de Chabelo han saltado con beligerancia ante
otros casos, cuando la persona agredida o perseguida por el Estado o la empresa
privada ha sido un dirigente de renombre en el campo popular, social, campesino
o indígena.
Chabelo Morales simboliza al campesino común y corriente, al que le son
violados todos sus derechos humanos y sociales por ser pobre, campesino e
iletrado. Es un símbolo de las decenas de miles de personas que en Honduras son
excluidas. Su vida revela la de muchas otras personas que en nuestro país
sufren las consecuencias de la discriminación y el racismo.
UN PRESO EMBLEMÁTICO
Chabelo Morales se ha convertido
en un preso que ha despertado la conciencia de muchos. Un discriminado que ha
convocado a otros discriminados. Un campesino de base que representa a otros
campesinos de base. Un ser humano común y corriente sin derecho a la libertad
que ha inspirado a muchísima gente común y corriente que sufre cotidianamente
la pérdida de la libertad para expresarse, para defender sus derechos y para
luchar por su dignidad.
“Si yo logro alcanzar la libertad, no me quedaré conforme -dice con sencillez-,
me dedicaré a luchar por mi gente que sufre. Porque yo he sentido que hay mucha
gente que me quiere y lucha por mí, así yo lucharé por los demás”. Estando en
la cárcel, Chabelo ha descubierto la dignidad que da luchar por la libertad de
los demás. Y esa conciencia de luchar por una causa colectiva lo ha elevado al
nivel en donde hemos colocado a presos políticos emblemáticos como Ghandi,
Luther King o Mandela.
UN SÍMBOLO DE LAS LUCHAS CAMPESINAS
A finales de febrero y comienzos de marzo de 2013
unas 300 personas individuales, de organizaciones nacionales y de organismos de
derechos humanos internacionales caminaron desde el Valle de Sula rumbo a la
capital. Durante diez días recorrieron 200 kilómetros. La demanda principal de
la caminata denominada “Soberanía y dignidad, paso a paso”, fue la libertad de
Chabelo Morales. También reclamaban la derogación de la Ley de Minería y las
Ciudades Modelo. Movimientos y organizaciones de varias ciudades de Estados
Unidos, como la organización “La Voz de los de Abajo de Chicago”, Witness for
Peace, con presencia en Centroamérica desde los años 80, el Programa de
Acompañamiento a Honduras (PROAH), la Red de Solidaridad con Honduras con sede
en Chicago, comunidades religiosas como la United Church of Christ de Ashland,
Oregon, la comunidad de las Hermanas de la Misericordia con sede en Washington,
la Secretaría de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de Estados Unidos,
entre muchas otras organizaciones e instituciones, se han hecho presente en
estos años en el centro penal para expresarle su solidaridad a Chabelo Morales.
Chabelo Morales, este luchador agrario de base, sin
más letras que las que aprendió en su primera niñez, condenado por ser un
campesino, es hoy un símbolo de la resistencia a la impunidad del sistema de
justicia, un símbolo de la lucha por una reforma agraria que garantice a la
población campesina pleno derecho a poseer y trabajar dignamente su tierra y a
decidir libre y soberanamente su presente y su futuro.
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