5 de abril de 2014

Quieren matar al ladrón



DE CRÍMENES, LINCHAMIENTOS Y OTRAS YERBAS 

Como viene ocurriendo de tanto en tanto durante los últimos quince años en la Argentina, la violencia delictiva volvió a ocupar un lugar preponderante en la agenda de los medios y en la de una parte significativa de los sectores sociales de las grandes ciudades del país. Esta irrupción del delito en la cotidianeidad  suele suceder cuando otros temas habituales de la agenda pública pierden –pasajeramente- su importancia relativa. De manera que si a principios de  diciembre pasado los saqueos y las asonadas policiales ocupaban la atención política, mediática y social, a fines del mismo mes sólo se hablaba de la ola de calor, la crisis energética y los cortes de luz; y si desde mediados de enero la preocupación pasaba por la cotización del dólar, la inflación, los precios cuidados y la política económica en general, al llegar marzo lo central en la agenda pública fue el reclamo salarial de los docentes, presentado unánimemente por los medios con el  rótulo de “Van XX días y los chicos siguen sin clases”, o “XX de niños están sin clases desde hace XX días”.  

Por Marcelo R. Pereyra   

VOLVER AL FUTURO  

Solucionado, aparentemente, el conflicto docente, en las últimas dos semanas sólo se escucha hablar en y fuera de los medios de crímenes, narcotráfico, linchamientos, etc. Adelantamos en carácter de primicia exclusiva que dentro de unos días se hablará de otro tema. No estamos en condiciones de adelantar cuál será ese tema, pero sí diremos que será distinto al que está en boca de muchos por estos días. 

Lamentablemente todo lo que se está discutiendo sobre el delito y la seguridad ciudadana no incluye grandes novedades. Es lo mismo que se habló al respecto todas las veces anteriores en las que estas dos cuestiones adquirieron eventual relevancia. Y es posible avizorar que también será muy parecido a lo que se debatirá en una futura nueva aparición estelar de la problemática delictual y securitaria. Es que ciertos imaginarios sociales sobre la cuestión se han afincado fuertemente en el tejido social y político, y los medios comerciales los reproducen una y otra vez, hasta la náusea. Son aquellos imaginarios para los que el delito no es un fenómeno constituyente de la vida social; ni tampoco el resultado de complejas e históricas rupturas de solidaridad y socialidad; y mucho menos se lo entiende como la consecuencia de inequidades sociales de base. Por el contrario, para los imaginarios predominantes el delito es una suerte de exabrupto canceroso que sólo puede ser extirpado de la sociedad hundiendo hasta el hueso el cuchillo punitorio, y más profundo aún deberá penetrar cuando el delincuente es un negrito ratero o un motochorro de la villa. Se alarmaban en los medios y en las redes sociales de que uno de estos últimos, capturado por un valeroso escuadrón vecinal, hubiera sido liberado apenas once horas después. En un acto inédito, el juez que lo procesó se curó en salud y emitió un comunicado explicando las razones por las que lo había puesto en libertad. Esta insólita actitud -¿desde cuándo los jueces explican sus sentencias a la población?- revela hasta qué punto ha llegado la intolerancia sociomediática hacia las mínimas garantías procesales. Debemos resaltar, como en otras oportunidades, (ver por ejemplo “La otra inseguridad, la que no se nombra”, en Contracultural de octubre de 2004) que dicha intolerancia no se observa frente a otros delitos, incluso más graves que el que se le imputa al ladrón atrapado y que luego “entró por una puerta y salió por otra”. Justamente, detrás de esta frase hecha  se esconde un imaginario según el cual la justicia es blanda con los delincuentes. Por lo tanto, habrá mayor seguridad con leyes más duras y con cárceles más populosas. Esto mismo se viene sosteniendo desde hace no menos de quince años.

Según el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), entre 1999 y el 2005 la población penal en la provincia de Buenos Aires aumentó un 80 por ciento como resultado de la agudización  del rigor penal. De esa masa carcelaria en aumento, un 80 por ciento permanece detenida sin condena como resultado de un uso abusivo del instituto de la prisión preventiva como marco regulador del proceso penal. De acuerdo a las estadísticas del  Sistema Nacional de Ejecución Penal del Ministerio de Justicia, desde que asumió la presidencia Cristina Kirchner hay diez mil presos más, sumando sesenta mil en total (http://www.perfil.com/politica/Se-sumaron-10-mil-presos-a-las-carceles-durante-la-era-de-Cristina-Kirchner--20140404-0059.html)Y pese a todo esto el problema del delito, específicamente el de los delitos contra la propiedad, sigue igual. Pero bastó que una comisión de abogados y juristas propusiera una reforma al Código Penal, en la que se reordenaba y sistematizaba la escala punitiva, resultando como consecuencia de la misma la disminución de algunas penas, para que medios y políticos oportunistas pusieran el grito en el cielo. En las redes sociales no se quedaron atrás. Por ejemplo: “la gente ya se canso de tanta porquería burocrática! que solo en muchos casos terminan solo ayudando a los delincuentes! EL NUEVO CODIGO PENAL SOLO SIRVE PARA QUE LOS DELINCUENTES VUELVAN MAS RAPIDO A LAS CALLES!!! Y sigan cometiendo todo tipo de atrocidades!”.

Y se estaba en lo mejor de este debate cuando aparecieron varias noticias relacionadas con el narcotráfico, siendo la más grave de ellas el ametrallamiento de la casa del gobernador de Santa Fe. En este sentido, se abrió una variante política del problema de la distribución y venta de drogas  prohibidas por las autoridades en la que los funcionarios y la prensa adicta trataron de minimizarlo, y la oposición y la prensa opositora de maximizarlo. Como quiera que sea, el problema existe y su conexión con la agencia policial y el poder político es innegable. Se podría mencionar, por ejemplo, el asesinato en 2008 de tres “jóvenes empresarios” en General Rodríguez,(http://edant.clarin.com/diario/2008/08/13/um/m-01736708.htm)producto de un “mal negocio” con la importación y distribución de efedrina: recuérdese que uno de ellos había sido aportante a la campaña electoral de la actual Presidenta. Y como éste se podrían mencionar muchos ejemplos más en todo el país.  

IR HACIA EL PASADO  

Cuando todavía se discutían cosas tan obvias y/o ridículas como si la droga se produce o no se produce en el país, apareció en los medios el primer “linchamiento”, o caso de “justicia por mano propia”. Que resultó ser el más grave, pues terminó con la muerte de un joven sospechoso de robo que fue ajusticiado por una turba de “vecinos” en Rosario. Como es habitual en los medios comerciales, la noticia alcanzó un alto grado de sensacionalismo, y en una conducta muy hipócrita algunos conductores de los noticieros despotricaban contra la “barbarie” vecinal al tiempo que repetían una y otra vez la cruel imagen de dos heroicos y animosos “vecinos” que no dejaban de patearle la cabeza a la víctima indefensa, tumbada en el medio de la calle. Comenzó entonces la polémica sobre si linchamiento sí o linchamiento no, como si el sí pudiera ser una opción considerable. Pues sin embargo lo es, por lo menos así apareció en las redes sociales: “Ley de la selva: MATAR O MORIR. Ya debido (sic) a tantas injusticias y problemas que hay en este país, y la justicia que nunk hace nada para ayudar a los honestos y trabajadores,. solo los obliga a que piensen que esta seria (sic) la unika manera viable para hacerlos sentir mas (sic) seguros. justicia por mano propia...” “Hay q ocuparse y preocuparse por la vida de los decentes e inocentes, no por la de los delincuentes!!!! Condenemos el crimen y el delito de una vez x todas sino queremos ser como centroamerica (sic)”.   

Por suerte otras voces se expresaron en términos más racionales. En su cuenta de Facebook el diputado radical Ricardo Alfonsín expresó que el linchamiento es un acto aberrante. Más, ¡ay!, no tardaron los lobos sedientos de sangre en saltarle a la yugular. Como éste: “No me parece aberrante. Si el Estado no se ocupa de la seguridad de los ciudadanos de bien entonces veo perfecto que hagamos justicia por mano propia. O qué? Acaso tenemos que dejar que los delincuentes nos roben, nos maten, nos violen, maten a nuestros seres queridos... y no hacer nada? Estoy mas que a favor de que estos delincuentes hdp reciban lo que se merecen, es más... voy mas allá todavía... MUERTE a los delincuentes vagos mantenidos por la mierda de gobierno que este maldito pueblo votó. Y sabe que Sr. Alfonsin? Uds. desde la oposición NO EXISTEN y no hacen nada. Asi que todos, absolutamente todos los políticos son culpables de lo que está sucediendo, no se rasguen las vestiduras y asuman su inoperancia. Es increible!!! Ninguna persona coherente con dos dedos de frente puede ponerse del lado de los delincuentes. Nos matan TODOS los días y ahora resulta que hay que tenerles piedad y consideración jajaja... es el país del revés y asi estamos... se nota que a Ud. Sr. Alfonsin nunca le robaron ni mataron a nadie de su familia, si no no hablaría a favor de estas lacras. Usted no tiene que salir con miedo a la calle, no sabe lo que se siente vivir con el corazón en la boca. No sea ILUSO!” (varios sic). 

En este posteo aparecen los imaginarios que venimos mencionando. El primero es que el Estado no hace nada por la seguridad de los ciudadanos. Es curioso, porque los gobiernos locales, provinciales y nacional no se cansan de anunciar reformas en las fuerzas de seguridad y la incorporación de más policías, la instalación de más cámaras, la compra de más patrulleros y otras medidas por el estilo. Sin embargo, parece que todo esto no alcanza. ¿Por qué será?  Aparece después, como consecuencia inevitable de lo que se considera como la inoperancia de los gobiernos, la sensación de miedo –la famosa sensación de inseguridad-, según la cual nada más poner un pie en la vereda representa para cualquier ciudadano un peligro mortal. En este sentido, los medios comerciales de comunicación algo han hecho, saturándonos de información policial convertida en un cotidiano espectáculo del horror. Hasta tal punto han llegado el miedo, la enervación y la intolerancia en la sociedad, que en éste y en otros comentarios se clama directamente por la muerte de los delincuentes. Claro que la gente decente, los “vecinos”,  no lincharán ni reclamarán  la muerte de todos los delincuentes: ¿acaso habría que ejecutar a los empresarios coimeros? ¿Y a todos los funcionarios corruptos de éste y otros gobiernos también? ¿Y a los que hacen negociados con el poder? ¿A Lázaro Báez y a Cristóbal López, por ejemplo?  Respuesta: parece que a todos estos no, porque no son los verdaderos delincuentes. Los verdaderos son otros. Ya sabemos quiénes.      

Por otra parte, lo de “hacer justicia por mano propia” con los delincuentes menores revela el nivel de violencia generalizada que sufre y ejerce nuestra sociedad. Desde resolver a los tiros un incidente de tránsito, hasta la increíble violencia en el fútbol, pasando por la creciente violencia de género, entre otros muchos ejemplos, casi a diario comprobamos que dada vez son más los que eligen la agresión física como método para gestionar un enfrentamiento. Esto habla de conflictos sociales muy profundos y complejos, que no se pueden dilucidar en un debate televisivo entre un abogado “garantista” y un político opositor que reclama “mano dura” para el delito. Tratar de entender estos conflictos no es una tarea fácil. Algo es seguro: no responden a una sola causa. Por eso, para abordarlos es necesario repensar en nuestra historia reciente las incumplidas promesas de los gobernantes acerca de un futuro venturoso que nunca llega y los constantes sometimientos a la leyes neoliberales de los mercados económicos y organismos financieros; y hay que contemplar también las desigualdades de clase, la corrupción generalizada, las inequidades estructurales de la sociedad y la violencia con la que son  reprimidos aquellos que luchan contra ellas, la sumatoria de las pequeñas injusticias cotidianas y las otras inseguridades (ambiental, laboral, vial, de salud, etc.). Y finalmente habrá que analizar además la percepción de que todo lo que  incluye esta breve enumeración es algo natural, que el mundo es así y que siempre será así. Mientras prevalezca esta percepción no habrá avances sino, como es posible ver ahora, retrocesos a estados preculturales en los que imperan la ley del talión y el sálvese quien pueda. 
 
REVISTA CONTRACULTURAL    
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