UNA DEMOCRACIA RESTRINGIDA
La ley se denomina "privación del derecho de voto
por haber cometido un delito" y tiene carácter permanente en once estados
de Estados Unidos. Esto significa que a alrededor de 6 millones de
estadounidenses se les niega el derecho al voto. Debido a las desigualdades
raciales de nuestro sistema penal, esta medida niega el derecho al voto a
hombres afroestadounidenses y a los de origen latino en forma desproporcionada
con respecto al resto de la población.
Por Amy Goodman y Denis Moynihan (desde Estados Unidos)
"Llegué al punto
de estar parado frente a las vías del ferrocarril en el sur de Florida,
esperando que pasara el tren para tirarme debajo de él y acabar con mi
vida", me dijo Desmond Meade, al contarme cómo era su vida hace nueve
años. No tenía donde vivir, estaba desempleado, recién salía de la cárcel y era
adicto a las drogas y el alcohol. El tren nunca pasó. Cruzó las vías y se
inscribió en un programa de rehabilitación para adictos. Más adelante fue a la
Universidad y hoy le faltan apenas unos meses para recibirse de abogado.
Sin embargo, Meade no
podrá ejercer el derecho en el estado de Florida. En ese estado, las personas
que estuvieron en la cárcel no pueden ser miembros del Colegio de Abogados. Ese
es solo uno de los derechos del que lo han privado en forma permanente las
leyes draconianas de Florida. En una democracia, si deseamos modificar una ley,
votamos a los legisladores para que representen nuestros intereses. Sin
embargo, Meade, por ser un ex recluso de Florida, también perdió el derecho al
voto por el resto de su vida.
La ley se denomina
"privación del derecho de voto por haber cometido un delito" y tiene
carácter permanente en once estados de Estados Unidos: Alabama, Arizona,
Florida, Iowa, Kentucky, Mississippi, Nebraska, Nevada, Tennessee, Virginia y
Wyoming. La restricción es aplicada en todo Estados Unidos en diferente medida
y con diferentes características. En trece estados y en el Distrito de Columbia
una persona que ha estado presa recupera sus derechos al ser liberada. En otros
estados, es preciso haber cumplido libertad condicional o libertad bajo
palabra. En Maine y Vermont, los presos conservan el derecho de voto, incluso
durante su encarcelamiento.
El Fiscal General de
Estados Unidos, Eric Holder, habló sobre el tema esta semana en un simposio de
derecho celebrado en la Universidad de Georgetown: "En la
actualidad, en todo el país, alrededor de 5,8 millones de estadounidenses, 5,8
millones de compatriotas, tienen prohibido votar debido a que han cumplido o
están cumpliendo una condena. Esta cifra supera la población total de 31
estados de Estados Unidos". Esto significa que a alrededor de 6 millones
de estadounidenses se les niega el derecho al voto. Debido a las desigualdades
raciales de nuestro sistema penal, esta medida niega el derecho al voto a
hombres afroestadounidenses y a los de origen latino en forma desproporcionada
con respecto al resto de la población. Holder añadió: "El alcance actual
de estas políticas no solo es demasiado grande como para no verlo, sino que
además es demasiado injusto como para tolerarlo".
La conferencia de la
Universidad de Georgetown fue co-patrocinada por The Leadership Conference, una
coalición de grupos que defienden los derechos civiles y jurídicos y
organizaciones de derechos humanos. En septiembre de 2013, el grupo publicó un
informe titulado "Democracia Encarcelada". En el informe, el grupo
escribe: "El índice de privación de derecho al voto en Florida es el más
elevado y el más desigual de todo Estados Unidos desde el punto de vista
racial". No es casualidad que en este estado, en el que la contienda
electoral entre demócratas y republicanos suele ser muy reñida, vivan más de un
millón de los 6 millones de personas que han perdido el derecho al voto en el
país.
El ex gobernador de
Florida Charlie Crist flexibilizó las leyes y solicitó el restablecimiento
automático de todos los derechos. Sin embargo, en 2011, su sucesor, el
gobernador republicano Rick Scott, impuso un período de espera de al menos
cinco años para realizar una solicitud de restablecimiento de derechos ante el
Consejo de Clemencia. Meade nos contó en el programa de noticias Democracy
Now!: "Incluso después de haber presentado la solicitud el proceso lleva
más de seis años. De modo que, en realidad, las personas deben esperar entre
once y trece años tan solo para ver si tienen la posibilidad, la oportunidad,
de que les devuelvan sus derechos". Crist se cambió de partido para
candidatearse como gobernador por el Partido Demócrata, como rival de Scott.
La profesora de derecho
Michelle Alexander inicia su revolucionario libro "The New Jim Crow: Mass
Incarceration in the Age of Colorblindness" (El encarcelamiento masivo en
la era del daltonismo) con la historia de Jarvious Cotton. Alexander escribe:
"El tatarabuelo de Cotton no podía votar porque era un esclavo. Su
bisabuelo fue asesinado a golpes por el Ku Klux Klan por intentar votar. ...Su
padre no pudo votar por el impuesto al sufragio y la prueba de alfabetización.
Hoy en día, Jarvious Cotton no puede votar porque, al igual que muchos hombres
negros en Estados Unidos, ha sido estigmatizado como delincuente y está en
libertad bajo palabra".
A nivel nacional, se
están proponiendo proyectos de ley que garantizarían el derecho al voto a ex
convictos, que cuentan con apoyo tanto de representantes demócratas como
republicanos. El Senador republicano Rand Paul, de Kentucky, habló en la
conferencia de la Universidad de Georgetown después de Holder. En su discurso
defendió el pleno derecho al voto. Sin embargo, continúa siendo un asunto sobre
el que los estados ejercen un fuerte control.
Desmond Meade decidió
no quedarse de brazos cruzados, esperando que le devuelvan sus derechos. Se
está organizando. Actualmente es presidente de la Coalición de Florida por el
Restablecimiento de los Derechos, que abarca a alrededor de 70 grupos que
presionan por una reforma de las leyes estatales de privación del derecho de
voto: "Se trata de una
cuestión de humanidad. Es un asunto que concierne a todos los estadounidenses,
independientemente de si son demócratas o republicanos. Se trata de la decencia
de permitir a un individuo o de ayudar a un individuo a reinsertarse en la
comunidad para que pueda convertirse en un ciudadano productivo y disfrutar la
vida".
Deberíamos estar
todos agradecidos de que, por cosas del destino, el tren que Desmond Meade
estaba esperando aquel fatídico día nunca pasó.
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