6 de febrero de 2014

Estamos solos y ya no podemos esperar


LATINOAMÉRICA PRESA DEL EXTRACTIVISMO 

Las naciones industrializadas siguen con sus prepotencias, y sobre sus espaldas persisten las enormes mochilas históricas de colonialismo e imperialismo. América Latina está más sola de lo que cree, y debe reaccionar por sí sola ante la crisis planetaria que se avecina. 

Por Eduardo Gudynas (desde Uruguay)

Las voces, intermitentes pero tensas, procedían de una radio. "Traición inconcebible… grandes potencias … Sudamérica entregada al invasor para salvarse”. Éste era el impactante mensaje que se intercalaba en el inicio de  El Eternauta, una historia gráfica muy conocida. Creada por el guionista argentino Héctor Oesterheld a fines de la década de los años 50, ese mensaje apareció en una versión posterior, publicada en Buenos Aires en 1969, en tiempos de convulsiones políticas.

El recuerdo de esta historieta, y específicamente de ese mensaje, se me hace presente una y otra vez al considerar nuestra situación al inicio de 2014.  El Eternauta  narra de forma innovadora y original la invasión de la Tierra por extraterrestres, y el devenir de un refugiado. Bajo una estética casi opresiva, todo se inicia con lo que parecen ser copos de nieve que caen sobre Buenos Aires, y que al contacto con ellos, las personas mueren. Millones son aniquilados, y los pocos sobrevivientes enfrentan a unos alienígenas que, en realidad, son fuerzas de choque esclavizadas por otros extraterrestres. Pero éstos a su vez también están controlados y dominados por otros aliens distintos. 

Es al inicio de la historieta, mientras la nieve de la muerte inunda Buenos Aires, cuando unos sobrevivientes escuchan el mensaje radial. Los países industrializados pactaron con los extraterrestres dejando que invadieran América del Sur para salvarse ellos. El continente está solo. No quiero ser lúgubre, pero me parece que esa imagen tiene mucho de cierto en la actualidad. 

Solos  y en problemas 

América Latina, en un cierto sentido, está muy sola, y los problemas ambientales globales son tan graves, que la sobrevida de la humanidad a mediano plazo está en riesgo. El cambio climático está en marcha, y sus efectos, como los extremos climáticos, inundaciones y sequías, ya son palpables. Le siguen otros problemas tal vez menos conocidos, como la acidificación de los océanos o los desbalances planetarios en los ciclos del fósforo y el nitrógeno. Hay quienes sostienen que ya será imposible detener la pérdida de biodiversidad, y apenas se podrá debatir cuáles serán las pocas especies a salvar. Éstos y otros problemas se potencian entre ellos  y pueden desencadenar cambios ecológicos planetarios irreversibles.

No existe evidencia que permita esperar un cambio en las políticas de los países industrializados para evitar ese futuro, tales como bajar sus pasmosos niveles de consumo de recursos naturales o sus emisiones de gases invernadero. Economías emergentes del sur están empecinadas en seguir el mismo camino, y algunas lo consiguen.  China ya es el primer emisor de gases con efecto invernadero del mundo, supera  a EEUU; tres millones de  hectáreas ya están tan contaminadas que no se pueden cultivar, y sus grandes ciudades se ahogan en el smog. De esta manera el capitalismo corporativo y financiarizado del Norte se encuentra con el capitalismo de Estado que controla Pekín.

Tampoco es realista esperar que los países del Norte pasen a esforzarse en tener relaciones internacionales más justas y solidarias. Las naciones industrializadas siguen con sus prepotencias, y sobre sus espaldas persisten las enormes mochilas históricas de colonialismo e imperialismo. 

 Para algunos la alternativa está en las relaciones Sur-Sur, suponiendo que allí encontraremos benevolencia y asistencia, para intentar otros rumbos. Aquí tampoco hay evidencia de inminentes cambios. China ejemplifica esto, al convertirse en devorador voraz de recursos naturales. Consume aproximadamente el 20% de las energías no renovables del planeta (tales como petróleo o carbón), el 23% de todos los agroalimentos y el 40% de los metales. Este altísimo consumo sólo puede ser sostenido si se importan recursos desde otras regiones, especialmente América Latina, y eso sucede especialmente con la soya, algodón, cobre, aluminio y arroz. Al aumentar la demanda china, nuestras exportaciones también se incrementan, y celebramos ese éxito económico. Pero la contracara es que también se disparan los extractivismos y monocultivos en todo el continente, con todos sus efectos negativos, y su contribución al deterioro planetario.

Aquí encontramos otros actores, pero ellos también repiten nacionalismos defensivos, las condicionalidades del poder, y la búsqueda de ventajas comerciales. Dicen que ofrecen, otorgan créditos sin muchas restricciones y mayores plazos, pero un examen atento muestra que sus tasas de interés son más altas e imponen accesos privilegiados a nuestros recursos naturales.

Controlador y controlado 

Además, como ocurre en El Eternauta, quienes aparecen en la primera línea en este escenario, a veces están bajo el control de otros, y ellos a su vez también están dominados. Los controladores están controlados, y todos responden a una racionalidad economicista. Las empresas locales y sus ejecutivos criollos  deben rendir sus cuentas a los CEO corporativos, y ellos a los bancos de inversión.

Un ejemplo, casi dramático, lo ilustran los intentos del gobierno de Rafael Correa en Ecuador, de exportar su petróleo a China para evitar las condicionalidades y corporaciones del Norte. A pesar de eso, una investigación periodística acaba de revelar que el crudo ecuatoriano que compra PetroChina ni siquiera llegaba a Asia, sino que era rápidamente revendido hacia Estados Unidos (representando el 17% de las importaciones de crudo en California y el resto de la costa oeste), y una buena parte terminaba en las refinerías de Chevrón, la empresa archienemiga de Quito. Así es que hasta China, y sus empresas estatales, están adheridas a las redes corporativas globales.

De esta manera, los que se benefician del comercio global o del consumismo  no planifican renunciar. Como ocurre en El Eternauta, insistirán con sus privilegios aunque tengan que sacrificar a Latinoamérica. El continente está más solo de lo que se cree, y ante los graves problemas que se avecinan, y el poco tiempo disponible, no puede seguir esperando por posibles acuerdos planetarios o recetas tecnocráticas desde Cambridge o Pekín. Deben iniciarse, inmediatamente, los ensayos de verdaderas alternativas, antes de que comiencen a caer esos copos de nieve  y ya sea demasiado tarde.

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