7 de junio de 2012

El periodismo de ayer y de hoy


ACERCA DE LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL PERIODISTA

Una nueva conmemoración del día del periodista encuentra a la profesión puesta al servicio de disputas y antagonismos políticos cada vez más acentuados. Hay que retroceder mucho tiempo en la historia para encontrar un nivel de confrontación como el actual. Casi podría decirse que se ha vuelto a la prensa facciosa de la primera mitad del siglo XIX, solo que ahora en vez de unitarios y federales tenemos a la “corpo” en un bando y a la prensa oficialista y paraoficialista en el otro. Es cierto que las formas son otras, pero si bien ya no se tratan de “salvajes unitarios” los engaños, las distorsiones, los ocultamientos y los intentos por manipular la “realidad real” por parte de ambos bandos están a la orden del día. Pero también, afortunadamente, hay otro tipo de periodismo

Por Marcelo R. Pereyra

AYER

Desde la Revolución Francesa en adelante, todo proyecto político se propuso difundir su ideario a través del periodismo. Así, en nuestra Revolución de Mayo la Primera Junta decidió crear un medio de comunicación propio que diera cuenta de sus actos y que debatiera con aquellos que se oponían al movimiento independentista. Pocos días después de haber tomado el poder, el 7 de junio, la Junta editó el primer número de la Gazeta de Buenos Aires bajo la dirección de Mariano Moreno. Por eso puede decirse que el periodismo original era revolucionario: opinaba, discutía y formaba opinión.

Después de mayo de 1810, conforme la realidad política del país se fue haciendo más enmarañada, en tanto que surgieron distintas facciones políticas que luchaban por tomar el poder, aparecieron nuevos periódicos de diferentes orientaciones: fue la llamada prensa facciosa que tuvo como representantes paradigmáticos a las gazetas de los federales y los unitarios. Finalizada la encarnizada disputa entre estos dos bandos hacia la mitad del siglo, surgieron los primeros diarios masivos: La Capital, en Rosario (1868), y La Prensa (1869) y La Nación (1870), en Buenos Aires. Si hasta  ese momento el periodismo había sido fuertemente doctrinario, los cambios políticos, sociales y demográficos reclamaban otra tipo de prensa que enfatizara en la información más que en la opinión. La progresiva complejización de la vida en ciudades grandes requería de periódicos que dieran cuenta de los acontecimientos que se producían cotidianamente. Nuevos públicos requerían nuevas agendas y nuevas modalidades informativas. Se estaba produciendo paulatinamente la transformación de un periodismo de opinión, deudor del modelo francés, a un periodismo predominantemente informativo, inspirado en el modelo anglosajón, en el que lo más importante ya no era tanto lo que el diario opinaba sino los hechos sobre los que informaba. Con todo, hasta principios del siglo XX la principal motivación para fundar diarios siguió siendo la de participar e incidir en el debate por el modelo de país que se estaba forjando. Por eso los diarios de mayor peso, como La Nación y La Prensa, nunca dejaron de expresarse –era su razón de ser-, pero para ello identificaron en su diagramación secciones específicas de opinión editorial –el lugar aceptado para la subjetividad política del diario-, mientras que en el resto del periódico presentaban a la noticia como un relato objetivo del acontecimiento.

Para fines del siglo XIX puede decirse que se había conformado en Buenos Aires un importante público de base popular. La política de alfabetización masiva convirtió a este público en un sector social demandante de noticias políticas y gremiales, pero también deseoso de consumir crónicas sociales, de sucesos y policiales. Los periódicos políticos de izquierda –comunistas, socialistas y anarquistas- satisfacían sólo la información referida al primer grupo de estas temáticas. Por lo cual, más tarde o más temprano, debía surgir un nuevo tipo de prensa especialmente destinada a los sectores medios y bajos de la sociedad. En 1905 apareció el vespertino La Razón,  primer diario fundado por un periodista –Emilio B. Morales- con el prioritario propósito de ganar dinero a través de una empresa informativa y, a la vez, de escapar de toda atadura partidista. Paulatinamente, La Razón incorporó en sus notas, con fuerte retórica sensacionalista, la emoción, el humor y el melodrama. Su estética periodística se conectó con expresiones culturales populares caracterizadas por un predominio del relato y de la imagen. Este perfil terminó de consolidarse hacia 1911, cuando este diario modernizó sus modalidades productivas -con destacada inclusión de material gráfico, crucigramas e historietas- y creó la edición dominical y los suplementos especiales. De esta manera, con sus tres ediciones diarias, se transformó en el más vendido de los vespertinos. Dos años después Natalio Botana creó Crítica, otro vespertino de corte sensacionalista que se diferenció rápidamente de sus competidores por su diagramación ágil y visualmente entretenida. Historietas, caricaturas y dibujos se complementaron con numerosos suplementos y secciones especiales que intentaban dar cuenta de los más variados gustos e intereses de sus lectores.

Crítica y La Razón fueron en las primeras dos décadas del siglo XX los mejores representantes del llamado “nuevo periodismo” de raigambre estadounidense. Su estilo moderno y desenfadado contrastaba con el de los matutinos conservadores, como La Prensa y La Nación, sumamente prestigiosos y respetados entre las clases dirigentes, pero reacios a la hora de adaptarse a los nuevos tiempos. Como sea, el periodismo tradicional fue relegando paulatinamente su función ideológica, se mercantilizó y se transformó en lo que es en la actualidad: un factor de presión al servicio de los intereses de, en mi primer lugar, las empresas periodísticas y luego de otros intereses comerciales y políticos.

HOY

Una nueva conmemoración del día del periodista encuentra a la profesión puesta al servicio de disputas y antagonismos políticos cada vez más acentuados. Hay que retroceder mucho tiempo en la historia para encontrar un nivel de confrontación como el actual. Casi podría decirse que se ha vuelto a la prensa facciosa de la primera mitad del siglo XIX, solo que ahora en vez de unitarios y federales están la “corpo” en un bando y a la prensa oficialista y paraoficialista en el otro. Es cierto que las formas son otras, pero si bien ya no se tratan de “salvajes unitarios” los engaños, las distorsiones, los ocultamientos y los intentos por manipular la “realidad real” por parte de ambos bandos están a la orden del día. La profesión periodística se ha poblado de prostitutos y prostitutas. Autodenominados “independientes” o “militantes”, son mentirosos profesionales que por un puñado de dólares son capaces de borrador con el codo lo que un tiempo atrás cien veces escribieron con la mano. Tránsfugas que no trepidan en criticar hoy lo que elogiaron ayer. Todo lo hacen con cara de “yo no fui”, y bajo una pátina de “objetividad” y “profesionalidad”.

Pero no todo está perdido. Afortunadamente hay otro tipo de periodismo. El periodismo alternativo, comunitario, puesto al servicio del cambio social, preocupado por la construcción de nuevas agendas, que son las de los sectores materialmente más perjudicados, y las de los colectivos sociales desmigajados de la realidad creada por el Nuevo Orden neoliberal  (ambientalistas, derechos humanos, jóvenes, mujeres, pueblos originarios, inmigrantes). Colectivos que reclaman a un tiempo por una mejor calidad de vida en general, y por sus reivindicaciones propias. Y como están  subrrepresentados en los medios comerciales, el periodismo alternativo y comunitario les ha otorgado visibilidad. Este otro periodismo le ha sustraído al periodismo comercial su calidad de informador exclusivo y le ha dado voz a los que no la tienen. Y cotidianamente se esfuerza por alterar los sentidos naturalizados en procura de crear conciencia crítica. 

 
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