9 de diciembre de 2011

América Latina: Resistencia y desafíos

NACIÓ LA COMUNIDAD DE ESTADOS LATINOAMERICANOS Y CARIBEÑOS

La creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) el pasado 3 de diciembre en Caracas, Venezuela, es un hecho histórico de grandes alcances sólo entendible si se considera un proceso de integración que une a más de 550 millones de habitantes de toda la región, abarcando un territorio de 20 millones de kilómetros cuadrados, con enormes recursos y reservas, lo cual significa el mayor paso de resistencia conjunta lograda en 200 años, reuniendo a 33 mandatarios y con la ausencia de Estados Unidos y Canadá.

Por Stella Calloni


La Celac es uno de los mayores desafíos, después de las frustradas independencias del siglo XIX, que se asume frente a un poder hegemónico en pleno proceso de recolonización mundial y que lleva adelante guerras coloniales por la ocupación de territorios y recursos, como son los casos de Afganistán (2001), Irak (2003) y Libia (2011), ante lo cual la Celac se constituye en un inédito acto de autodeterminación y soberanía.

El lugar elegido para su lanzamiento fue Venezuela, cuna del libertador Simón Bolívar, que junto a otros héroes latinoamericanos entendió desde un primer momento que sólo la unidad podía asegurar el desarrollo independiente y soberano de la región.

Los Estados que se integran -aún con las dificultades que deberán enfrentar- representan un territorio diverso con extraordinarias riquezas, fuentes de energía, minería, agua potable, biodiversidad, producción de alimentos, paisajes diversos de gran belleza y también, como una contradicción que es necesario superar en el siglo XXI, una enorme pobreza y desigualdad entre sus habitantes, millones de los cuales viven en la indigencia absoluta.

Se trata de pueblos hermanos que se liberaron juntos del colonialismo español en el siglo XIX, pero quedaron atrapados bajo otros imperios y otras redes coloniales que expoliaron, explotaron y colonizaron este continente y perpetúan la dependencia hasta nuestros días, produciendo también un verdadero genocidio a lo largo de todo el siglo XX.

La riqueza cultural, clave en la resistencia de nuestros países y especialmente de los pueblos originarios, es uno de los huesos más duros de roer para el imperio dominante, como lo señala Zbigniew Brzezinski, el analista polaco, eterno estratega y asesor de la política exterior de Estados Unidos, quien advirtió a los políticos estadounidenses que no se podría doblegar a sus "vasallos" de América Latina si no se dominaba la cultura en nuestra región.

Ahora esos políticos observaron con nerviosismo la Cumbre de Celac, donde tenían algunos representantes locales, pero no es lo mismo que en los tiempos en que la batuta estaba en sus propias manos.

Por eso algunos senadores norteamericanos como Robert "Bob" Menéndez, demócrata por Nueva Jersey y Marco Antonio Rubio, republicano de La Florida, condenaron en Washington la presunta "pasividad" del presidente Barack Obama frente a una América Latina que se está yendo "del control de Estados Unidos".

Fueron varios los dirigentes republicanos que a viva voz dijeron, en estos días, que hay que reivindicar "la doctrina Monroe" de 1823, aquella de América (Latina) para los americanos (de Estados Unidos) conque daban a conocer a Europa y demás, que este era "su territorio" su "patio trasero" y que nadie podría poner las manos sobre "sus" posesiones.

La preocupación de Estados Unidos responde también a una poderosa razón de mercado: la cantidad de población y la extensión territorial que presupone un bloque de gran poder que tendrá un peso fundamental, en momentos en que la Unión Europea (UE) se diluye en una crisis que cada día se profundiza más, en buena parte provocada por Washington para eliminar la "amenaza" que significaba una Europa unida.

La solución que los organismos dependientes del poder hegemónico ofrecen a los países periféricos de la UE, los más afectados por la crisis, es una receta sin salida, que sólo lleva a la destrucción social, humanitaria y económica para transformarlos en simples neocolonias.

Esas mismas recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), impuestas en nuestros países, en los años 90 -cuando lograron colocar gobernantes como gerentes de empresas del poder hegemónico- provocaron grandes tragedias en nuestra América, pero crearon contradicciones liberadoras.

Fueron como el golpe final sobre los pueblos, que se levantaron y protagonizaron rebeliones contra el neoliberalismo imperante, abriendo otros caminos que llevaron a la emergencia de nuevos gobiernos, nuevos líderes políticos, otros renaceres concretados en uniones imposibles de imaginar, incluso para los propios estrategas imperiales de los años 90.

Emergiendo de las dictaduras criminales de los 70-80, los pueblos se vieron sometidos a otra tiranía global en los 90, que sepultaba los sueños y aspiraciones de democracias en paz y con justicia. Y la rebelión fue generalizada naciendo los nuevos movimientos sociales y políticos, rescatando el mejor pasado, desde aquel febrero de 1989 con el levantamiento popular que dio lugar al "caracazo" en Venezuela y siguió en todo el continente.

De alguna manera la respuesta política revelaba una raíz oculta: las dictaduras intentaron acabar con las dirigencias políticas más importantes y revolucionarias, matando a miles en todos nuestros países, pero el resurgimiento popular desde las cenizas demostró que no lo habían logrado.

La semilla sembrada en tantos tiempos de lucha seguía germinando y crecía con nuevos troncos y nuevas hojas. Ahora se suman miles de jóvenes a aquellos que libraron tantas batallas, inaugurando otro tiempo para América Latina.


Desafíos

Durante la Cumbre surgieron algunos de los acuciantes problemas del momento. Entre ellos el intento de Estados Unidos de desconocer el triunfo del presidente Daniel Ortega, reelecto con más del 60 por ciento de los votos, después que Washington gastara millones de dólares en tratar de robustecer a una oposición de por sí debilitada por sus propias alianzas.

Enviados y observadores europeos y de otros países juzgaron las elecciones como correctas y limpias, pero los de la Organización de Estados Americanos (OEA) traían un libreto para desacreditar los comicios. Aún así, las conclusiones forzadas de estos mencionaron "algunas irregularidades" que de ninguna manera podían cambiar los resultados.

Ante esta situación, políticos republicanos y funcionarios del gobierno de Obama como Hillary Clinton, hablaron de "fraude" y de no reconocimiento del triunfo de Ortega, considerando los comicios casi un "golpe de Estado".

Los duros intentan que se suspenda a Nicaragua por (supuestamente) violar la Carta Democrática Interamericana, en realidad destinada al tema de los golpes militares y mencionan la necesidad de restaurar "el orden constitucional en Nicaragua", como si este se hubiera roto.

La intención es clara: aplicar la misma maniobra a todo proceso electoral que no favorezca a Estados Unidos. América Latina y especialmente Venezuela deben estar alerta ante esta situación considerando que Washington gasta millones de dólares, especialmente en medios de comunicación masivos para manejar elecciones en América Latina, a pesar de que los pueblos han derrotado al poderoso armado mediático en varios países.

Por todas estas razones la Cumbre de la Celac es un enorme desafío a esas intenciones recolonizadoras. A pesar de las asimetrías, diversidades y enormes diferencias entre algunos países, ante los alcances de la crisis europea todos intentan ponerse a salvo.

Sin embargo no se puede dejar de advertir que algunos pueden estar dispuestos a jugar como "caballos de Troya" dentro del nuevo organismo regional, pero las propias circunstancias internacionales están apretando el cuello de todos. Y hay millones que no quieren morir asfixiados.

Se dejó en claro que Celac no intenta reemplazar a la OEA. De hecho las diversas acciones de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) actuando con celeridad asombrosa ante intentos golpistas como el de septiembre de 2008 en Bolivia, o el golpe en Honduras en 2009 -difícil de revertir ya que es un país ocupado militarmente por Estados Unidos- y luego en el caso de Ecuador en 2010, evidenciaron la inexistencia de la OEA y desenmascararon a ese organismo atado a las necesidades del poder hegemónico.

Además de Celac, continuarán actuando Unasur y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba). Ambos grupos de integración han producido resultados concretos y altamente positivos tanto en lo económico, como en lo político y cultural con ejemplos de intercambios múltiples y creativos, y con mutuo respeto. Tanto Unasur como Alba trabajan activamente en el caso de Haití, cuando las grandes potencias mantienen congelados los escasos fondos de ese país, a pesar del brutal terremoto que mató a 200 mil personas y acentuó la tragedia del hambre, la pobreza y las enfermedades.

Existe un debate regional con respecto a la salida de las tropas de Naciones Unidas que integran varios países latinoamericanos. Lo que es claro en ese caso -y se oculta- es que ese lugar lo ocupará abiertamente Estados Unidos, cuyas tropas llegaron para "auxiliar" durante el terremoto y se quedaron porque su plan para instalar una base en territorio haitiano está armado desde hace tiempo.

No es el pueblo haitiano el que tomará las riendas de su defensa y al que le darán armas sus actuales gobernantes, más cerca de Washington que de la subregión caribeña. Por eso nunca como ahora se necesita hilar fino, conocer a fondo cada una de las situaciones en los países de América Latina, como una obligación de los movimientos y partidos políticos y del periodismo serio y comprometido con la verdad.

En Colombia, la situación tiende a empeorar ante la insistencia oficial por desdeñar los apoyos regionales para una negociación de paz, como sucedió en otros países en distintos momentos de la historia. La política interna de Colombia está marcada por la dependencia de las necesidades de Washington ya que Estados Unidos mantiene siete bases militares en ese país, y una de las misiones lamentablemente desde hace años es impedir la paz.

Estas bases, como las existentes en Honduras y en otros países latinoamericanos, están diseñadas para el proyecto geoestratégico de recolonización regional, que es el Plan Colombia y otros anexos y que amenazan al resto de América Latina y el Caribe.

En estos momentos los países más amenazados por el nuevo esquema expansivo y de guerras coloniales de Estados Unidos son Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, pero también hay una serie de planes sobre el resto de los gobiernos más progresistas. Otro país que está en la mira de las intervenciones armadas es México, a pesar de que Estados Unidos ya maneja los hilos de la brutal guerra antiterrorista en ese país que ha dejado -desde el año 2006 cuando se firmó el Plan Mérida similar al Colombia-, más de 56 mil muertos y miles de desaparecidos, ante el silencio indiferente y cómplice de los grandes medios.

En los últimos días también varios senadores de Estados Unidos advirtieron que México es un "estado fallido" sin control y que representa un peligro para su seguridad y el precandidato republicano Mitt Rommey, quien aspira a que su país controle "ya" el mundo entero, planteó junto a otros halcones, la "necesidad" de intervenir en México.

Desde que entraron las tropas y asesores estadounidenses, se involucró a las fuerzas armadas en la supuesta lucha contra el narcotráfico y como en Colombia se creó un "enemigo interno" sobre el que se aplica un terrorismo de estado encubierto. Florecieron los grupos paramilitares, como los Zeta, similares a los Kaibiles de Guatemala, famosos por su extrema crueldad en las masacres que protagonizaron en ese país.

Mientras el militarismo crece en la región, las redes de Fundaciones como la National Endowment Foundation (NED), conocida aquí como Fundación para la Democracia, distribuye dineros entre opositores y medios de comunicación, lo que antes hacía la CIA desde la sede diplomática, como también lo hacen la USAID (Agencia Internacional para el Desarrollo), la triste y célebre AID, de tantas injerencias criminales en el pasado.

Estas y otras como el Instituto Republicano Internacional, el IRI, o una institución similar de los demócratas, están a la orden del día en el tema de conformar redes de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), destinadas a desacreditar y desestabilizar gobiernos, infiltrar y manejar las oposiciones políticas, movimientos sociales, incluyendo a agrupaciones de izquierda, sindicales, culturales y otras.

No son los únicos casos desafiantes para el futuro cercano, porque también están Honduras, donde continúa la represión y la muerte, Panamá, con población y trabajadores levantados contra el gobierno títere de Ricardo Martinelli, quien tres meses después de asumir el cargo firmó con Clinton acuerdos para instalar bases en ese país, o Guatemala, donde gobernarán militares responsables de una dictadura, que sucedió a otras y que dejaron 250 mil muertos y desaparecidos.

Mientras festejamos la llegada de Celac, que precisamente obliga a poner la mirada en una línea estratégica como nunca antes, existen estos peligros y amenazas.

Por eso completar el proceso abierto en la región para nuestra defensa necesita de un consenso latinoamericano político, económico y social en momentos en que la política comienza a ser el principal motor de transformación y crea esperanzas y desafíos múltiples, hacia las independencias definitivas. El dilema es recolonización o independencia, está en nuestras manos decidir y lograrlo.

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