7 de septiembre de 2011

“Lo que estaba haciendo en ese momento era dar información, pero más bien estaba salvando vidas. Era posible salvar vidas con un diario”

ENTREVISTA CON ROBERT COX, DIRECTOR DE THE BUENOS AIRES HERALD DURANTE LA DICTADURA MILITAR 1976-1983

El 15 de septiembre de 1876 apareció en Buenos Aires una publicación fundada por el escocés William Cathcart. Se editaba una vez por semana y constaba de una sola página, en su mayoría con publicidades e información sobre salidas y llegadas de barcos al puerto. Estaba escrita en inglés y se llamó The Buenos Aires Herald. En 1959 se incorporó al diario un inglés de 26 años, Robert Cox. Poco tiempo después, el periodista conoció a una argentina, se casó con ella y se afincó en Argentina. En 1968 fue nombrado director del diario. A partir de 1976 el Herald se diferenció de sus colegas porque dijo lo que los otros callaron: los crímenes de la dictadura cívico militar.

Por Marcelo R. Pereyra y Jesica Roitman


AN ENGLISHMAN IN BUENOS AIRES

¿Qué hace el Buenos Aires Herald en los quiscos de diarios y revistas? De unas 24 páginas, y no muy expuesto entre toda la otra variedad de publicaciones en español que tiene el país, este medio gráfico pasa desapercibido para muchos pero sin embargo es leído por angloparlantes nativos, quienes buscan ejercitar su inglés, o por los que aún lo leen desde aquél momento en que el Buenos Aires Herald hizo lo que muchos no se animaron a hacer y por lo cual fue reconocido muchos años después: por la publicación de secuestros, desapariciones y asesinatos durante la última dictadura militar en Argentina.

“Lo que estaba haciendo en ese momento era dar información pero más bien salvar vidas. Era posible salvar vidas con un diario”, aseguró en una entrevista con Contracultural, Robert Cox, director del Buenos Aires Herald durante la última dictadura militar. El periodista sostuvo que la decisión de publicar las violaciones a los derechos humanos surgió al comprobar que los otros medios no sólo no lo hacían, sino que muchas veces mostraban un país que no era el real. Pero también nació de un interés especial por parte de Cox: “Yo personalmente tuve la posibilidad de hacerlo. Era demasiado peligroso pedir a otras personas que lo hicieran”, comentó el periodista inglés, quien recordó las noches en Plaza de Mayo compartidas con un grupo de mujeres que hacían fila frente a alguna dependencia gubernamental para consultar sobre el paradero de sus hijos. Fue así como Cox se ganó la confianza de las Madres de Plaza de Mayo, quienes comprendieron que tenían un espacio en el Herald para ser escuchadas y ayudadas, y que eso era más productivo que la escasa colaboración que les ofrecía el mismo gobierno que les quitaba a sus hijos, maridos y hermanos.

“Para mí era una satisfacción en ese momento, era muy importante”, recordó Cox, quien también lamentó que “otros diarios no decidieran hacer lo mismo”. Aunque admitió que la decisión de publicar las atrocidades militares era muy riesgosa, pues podría haberle costado la vida no sólo al medio sino a sus periodistas y sus familias. “Solamente informando, solamente poniendo en una nota que secuestraron a tal persona en tal lugar, todos los detalles”, agregó.

La conversación con Cox deja la clara impresión de que aunque fueron años dolorosos y difíciles, en los que todos los periodistas del medio vivieron observados desde cerca las veinticuatro horas del día, si estuviera en la misma situación, volvería a tomar las mismas decisiones. “Es realmente extraordinario cuando uno mira hacia atrás porque no pensaba en eso cuando estábamos sacando el diario. Obviamente tuvimos suerte. No hay duda de eso porque estuvimos muy amenazados antes por los Montoneros”. Relató además que recibió infinitas advertencias e intimidaciones. En 1977 fue detenido ilegalmente. Una vez liberado sufrió un atentado contra su vida, y su esposa un intento de secuestro. En 1979, luego de recibir una carta con una amenaza explícita de muerte, partió hacia Estados Unidos con toda su familia. Se radicó en Charleston, Carolina del Sur, y comenzó a trabajar en el Daily News and Courier, diario que era del grupo propietario del Buenos Aires Herald. Como redactor de la sección de noticias internacionales cubrió las guerras civiles en El Salvador y en Nicaragua. Más tarde fue designado subdirector del periódico.


UN DIARIO ARGENTINO EN INGLÉS

La historia de The Buenos Aires Herald es la de un diario dirigido a una comunidad angloparlante (en su mayoría inmigrante o descendiente de inmigrantes que vivían en el país y se dedicaban principalmente a los negocios y el comercio, y estaban ligados a la navegación), que un buen día se transformó en un periódico nacional y expuesto a la mirada de los gobiernos de turno -nacionales y extranjeros- por la cantidad de lectores que había atraído y las consecuencias que las noticias que publicaba podían causar. Para Cox fue la curiosidad típica de su profesión la que originó esta transformación: “Poco a poco, simplemente porque yo era un periodista y empecé a investigar y a descubrir los acontecimientos nacionales, el diario empezó a cambiar para ser un diario argentino”. Un diario, en la dictadura, con noticias que todos los argentinos tenían que conocer porque el resto de los medios las ocultaba.

La relación entre la prensa y el gobierno de facto durante la última dictadura militar en el país es un tema acerca del cual se ha escrito y debatido desde la vuelta a la democracia. El rol que la mayoría de los principales medios argentinos asumieron en ese período fue ampliamente criticado. Ya sea por temor a represalias o por apoyo al gobierno, los diarios se autocensuraban y no comunicaban la realidad oscura del país.

Un caso que salió a la luz en esa época pero no llegó a establecerse en la opinión pública fue la cuestión de la transferencia de Papel Prensa a los diarios Clarín, La Nación y La Razón. Papel Prensa era una sociedad constituida a fines de la década del sesenta entre la familia Graiver (que poseía un 75 por ciento de la empresa) y el Estado nacional (que tenía el 25 por ciento restante). Se dedicaba principalmente a la explotación del papel nacional y la producción de papel para los diarios. Cuando a principios de marzo de 1977 casi la totalidad de los miembros de la familia Graiver fueron detenidos y expropiadas sus pertenencias, el Estado se quedó con el 75 por ciento de Papel Prensa, que luego ofreció a Clarín, La Razón y La Nación, quienes aceptaron sin dudar. “Estuvimos siempre en contra (de la operación). Es una cuestión ética que los diarios no puedan ser socios de un gobierno, no pueden ser socios del Estado”, aseguró Cox, quien sugirió que en los tres diarios se sabía lo que estaba ocurriendo en el país en materia de Derechos Humanos y decidieron no publicarlo. Claro está, les convenía económicamente, más allá de que acordaran o no con la política que se estaba llevando. “Mi impresión es que estaban totalmente conformes con lo que estaban haciendo los militares. Ellos sabían”, aseguró.

Pero, ¿por qué esta información tampoco salió a la luz? “Lo de Papel Prensa no era muy importante en un momento en que miles de personas estaban desapareciendo. No era un asunto importante”, sostuvo Cox. Y, mientras tanto, los medios continuaban ocultando los crímenes, resaltando las figuras de los políticos que los llevaban adelante y mintiendo a sus lectores. “La Nación estaba totalmente de acuerdo con lo que estaban haciendo los militares, especialmente (el director en ese entonces) Claudio Escribano. Después de la masacre de los sacerdotes en San Patricio, el mismo día de la misa, fuimos desde ahí a la embajada norteamericana. Yo me encontré con Claudio y me dijo ‘bueno, en la guerra la gente desaparece…’ ”, recordó el periodista.

“Ellos estaban tratando de cubrir todo”, aseveró Cox, quien además comentó que la idea de quienes no conocían lo que realmente ocurría era que en la Argentina había “un golpe de terciopelo, sin sangre, que los militares entraban y todo el mundo feliz y en libertad”. “Hubo un acuerdo de caballeros entre La Nación, no sé si Clarín… Hubo un acuerdo de caballeros entre los medios para no publicar lo que estaba pasando”, denunció.

A Cox le cuesta emocionalmente hablar de aquellos años oscuros del país, pero entiende que es su deber contar lo que ocurría. Hoy escribe una columna todos los domingos en la segunda página del Herald, junto a la editorial, en la que comenta acerca de algún hecho de la semana. La temática relacionada a los Derechos Humanos es recurrente, así como las referencias a alguna experiencia de los años en que trabajó como cronista o director del periódico en inglés. Una figura y un medio con historia para contar y transmitir. Con memorias y experiencias que no pueden quedar ocultas.


(En 2005 la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires distinguió a Robert Cox por su valor como periodista durante la dictadura militar)


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