5 de junio de 2010

Votar para no cambiar nada

ELECCIONES PRESIDENCIALES EN COLOMBIA

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el candidato Juan Manuel Santos del Partido de la U, sacó 46,56 por ciento de los votos y Antanas Mockus, del Partido Verde un 21,47 por ciento. Con un balotaje en puerta, Colombia no parece torcer el rumbo. La continuidad de un modelo nefasto como el uribista está garantizada. Habrá que evaluar los matices.

Por Marcelo J. Levy


El camino que Colombia trazó en las últimas décadas estuvo signado por el empobrecimiento cada vez mayor de su pueblo, el aumento de la militarización y una impronta fascista en todos y cada una de las instituciones del Estado. No sólo se han ensayado “técnicas genocidas” viejas y nuevas (los falsos positivos, las fosas comunes, los hornos crematorios) sino que a su vez Colombia ha entregado en estos últimos meses siete nuevas bases militares al imperialismo norteamericano.

En este contexto y luego de ocho años de uribismo (quizás la radicalización máxima de las características expuestas) aparece un presunto nuevo escenario electoral. Lo más grave de los nueve candidatos presidenciales es que cinco se declararon abiertamente partidarios de seguir la misma senda trazada por el parapresidente Álvaro Uribe Vélez. Del resto sólo uno con posibilidades ciertas de ganar, el candidato por el Partido Verde, Antanas Mockus que, aunque no esté totalmente en contra de esta política fascista, promete someterse a la ley; la ley nacional y la ley internacional.

En ese sentido, el problema de geopolítica regional es que, por el momento, son mayoría en Latinoamérica y el Caribe los países con tendencia hacia el cambio, hacia el rescate de la soberanía y la dignidad nacionales. Pero quién sabe si la tendencia pueda consolidarse y seguir adelante. Por lo menos, la derecha tradicional ya se ha establecido (o ha logrado un continuismo) en Honduras, en Panamá, en Chile, en Costa Rica, en Guatemala, Perú, México. Aparece como una zona gris una parte fundamental del continente con Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil. Ya no tienen la menor duda de a adónde van, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y también el Ecuador.

En Colombia existe una política de exterminio de la oposición, una “banda de criminales organizada desde el Estado para asesinar” ¿Quién dice esto?: Sandra Piedad Córdova, esa senadora que se la ha jugado sin miedo porque en Colombia se den por lo menos algunos rasgos de humanismo y que ha logrado salvar a varios rehenes de las FARC, especialmente el último, el célebre sargento Moncayo, a quien los grandes medios de comunicación, no sólo de Colombia sino del Continente, de pronto “lo olvidó” a pesar de que hasta hace muy poco, fue figura principal de la prensa de espectáculo.

Pero la senadora Córdova, recuerda a cada rato que en Colombia hay nada menos y nada más que 18 millones de pobres; y que de estos, por lo menos 7 millones no comen todos los días. Además este país registra uno de los más altos índices de desplazados (internos y externos) por la violencia: más de cuatro millones (sólo en Ecuador, se han refugiado, en los últimos años, más de 100.000) En esta lista, no hay que olvidar que más de 5.000 fueron asesinados por sicarios al servicio de la clase dominante; y de estos, más de 4.000 pertenecían a la izquierda. Constan, aparte de este espantoso recuento, más de 1.700 jóvenes desempleados que fueron asesinados por soldados de carne y hueso en descampados de Colombia; fueron vestidos de “terroristas” y presentados como “muertos en combate”. Por esta práctica, los asesinos cobraban premios en dinero y en medallas. Y ninguno ha sido sentenciado, a pesar de que fueron identificados por un auditor de las Naciones Unidas, en sus repartos militares.

El presente terrible que presenta Colombia frente a estas nuevas elecciones puede tener alguna justificación: El miedo.

Esta práctica se ha logrado imponer desde la clase dominante colombiana en más de medio siglo de violencia bestial (por los años 60-70 se denunció que soldados de la extrema derecha jugaban fútbol con las cabezas de liberales opositores). Está presente en poblaciones rurales a donde llegaban los paramilitares sacando de una reunión social o de sus casas, a hombres y mujeres. Los intimaban a enfilar a la plaza principal y los fusilaban sin ningún tipo de explicación o reparo. Después, obligaban a los sobrevivientes (ancianos, mujeres, niños) a huir antes de que les pase lo mismo, para luego adueñarse de sus tierras.


Otra de las herramientas para el amedrentamiento es el sicariato. Un político de oposición, un dirigente sindical, un sospechoso de izquierda era sorprendido por un criminal en cualquier sitio o lugar y ejecutado ipso facto. El criminal (generalmente un joven desempleado) huía del escenario con la impunidad que les otorgaba quien los empleaba. Muy pocos fueron identificados y casi ninguno llegó a recibir la sentencia que se merecía.

Otro elemento a tener en cuenta para el análisis de esta realidad Colombiana es, ha sido y sigue siendo, el absoluto control mediático que las fuerzas represivas y sus empresarios tienen sobre los medios de comunicación más importantes, especialmente prensa escrita y televisión. Es decir, el pueblo colombiano no puede acceder a través de estos medios a enterarse de los crímenes del uribismo y sus antecesores.

Estas elecciones también inciden directamente con los países vecinos. Para el Ecuador, tienen alto significado. Juan Manuel Santos, Primer candidato para el Balotaje con el % 46.56 de los votos, declaró que “había tenido el honor de ordenar el bombardeo del terrorista Reyes en territorio ecuatoriano” y que volvería a hacerlo si fuera necesario y de acuerdo con el “derecho a la defensa anticipada o ataque preventivo” doctrina incorporada de la Administración Bush hijo.

El triunfo de Santos instalará para Colombia cuatro años de lo mismo o peor, ya que Álvaro Uribe Vélez está aprovechando al máximo los días que le quedan como presidente para visitar pueblos y aldeas a los que nunca fue y reafirmar su decisión de que “cualquier gobierno que venga” debe profundizar su “seguridad democrática” (un práctico autoritarismo de la peor especie) ya que ello garantizará que finalmente sean derrotados los “terroristas” de las FARC.

Para muchos, Uribe se dispone a regresar después de un período de 4 años ya que no le fue permitida su segunda reelección. Para ello, necesita en el Palacio de Gobierno, alguien que le cuide las espaldas y que no vaya a negociar con los “terroristas”.

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