1 de septiembre de 2001

Veinticinco años igual

EL DISCURSO ÚNICO EN LA ECONOMÍA

A partir del 24 de marzo de 1976 se implementó un plan económico que, con ligeras variantes, es el mismo que rige en la actualidad. Es un plan que benefició a unos pocos, pero que para el país ha significado un fracaso absoluto. Lamentablemente, los poderosos y sus gerentes de turno han sido muy hábiles para convencer a muchos argentinos de que este es el único camino posible, lo cual es una mentira gigantesca. Las cosas se pueden hacer de otra manera. Solamente hay que animarse.

por Marcelo R. Pereyra


UN CHISTE QUE NO ES CHISTE

Se encuentran dos amigos, y comentando la situación general uno le dice al otro:

-¿Viste?, estamos igual que hace cinco años.

-¿Porqué?

-Porque Cavallo es todavía el ministro de Economía, porque la Alianza está en la oposición, y porque Carlitos sigue de joda en la quinta.

Las tres afirmaciones que contiene este chiste son desgraciadamente ciertas. Primero, porque, aun en su calidad de procesado, el ex presidente Menem sigue gozando de privilegios exclusivos; segundo, porque muchos líderes aliancistas son los principales críticos –por lo menos de palabra- del presidente que ellos mismos designaron; y tercero, y más grave, porque para nuestro pesar el Mingo agarró una vez más la manija económica.

Analicemos este último punto. ¿Qué significa que Cavallo haya sido funcionario económico de la dictadura y de dos de los tres gobiernos democráticos posteriores? La respuesta es casi obvia: la política económica argentina es la misma desde hace veinticinco años.


LA HISTORIA NO OFICIAL

Todo empezó aquel fatídico 24 de marzo de 1976, cuando la junta militar trató de justificar su sedición proclamando que “agotadas todas las instancias del mecanismo constitucional (...) llega a su término una situación que agravia a la Nación y compromete su futuro”. Pero, en realidad, con la excusa de combatir la violencia social, y pretextando un vacío de poder, los militares fueron el instrumento idóneo para sentar las bases de una nueva estructura económica basada ya no en el desarrollo industrial independiente, sino en la especulación financiera.

Es que a partir de la crisis del petróleo de 1973-1974, y el final subsiguiente de la etapa del capitalismo que alegremente se dio en llamar Estado de Bienestar, la división internacional del trabajo destinó a la Argentina el rol de casino financiero, donde los capitales “golondrina” eran la banca, y los argentinos los puntos. Por eso, cuando gracias a la tablita del dólar y la timba financiera las empresas nacionales comenzaron a quebrar una tras otra, un funcionario del equipo económico que lideró José Martínez de Hoz declaró: “Para la Argentina es lo mismo fabricar acero que caramelos”. Curiosa ironía del destino: las dos empresas argentinas que hoy están mejor posicionadas internacionalmente fabrican acero (Techint) y golosinas (Arcor).

Con la dictadura comenzó en nuestro país una nueva forma de acumulación de ganancias en el sistema capitalista. Argentina debió volver a su primigenio rol de productor de alimentos. Mientras tanto, la indiscriminada apertura hacia otros mercados hundió a la industria nacional. Fueron los tiempos de la plata dulce y el “deme dos”. Pero para que toda la operación cerrara, y para que el futuro independiente de la Nación quedara hipotecado para siempre faltaba el golpe maestro: la nacionalización de la deuda externa que motorizó Cavallo desde el Banco Central.


LOS GERENTES

Unos años después, en 1989, el presidente Alfonsín intentó, tímidamente, negociar una suspensión del pago de los intereses de la deuda. Los representantes del poder económico transnacional se pusieron nerviosos y le asestaron un mazazo de mercado. En el marasmo de la crisis hiperinflacionaria que se desató el ministro de Economía, Juan Carlos Pugliese, convocó a su despacho a los caciques financieros para intentar una tregua. Fue inútil. “Les hablé con el corazón, y me respondieron con el bolsillo”, fue la amarga queja del ingenuo Pugliese.

Era la hora de continuar y profundizar la obra iniciada durante la dictadura, y Carlos Menem era el hombre indicado. El nuevo presidente hizo realidad aquello con que se venía machacando desde Alsogaray, y sus voceros mediáticos, en adelante:”Achicar el Estado es agrandar la Nación”. Y vaya si Menem lo achicó; en verdad, mas que achicarlo lo destrozó, quitándole el necesario papel de regulador e impulsor de la economía, porque la famosa “mano invisible” que regula los mercados, se convirtió en una garra que asfixió sin piedad a toda la actividad productiva nacional.

La rebaja de los aportes patronales y la creación de las AFJP, obras que también debemos agradecerle a Cavallo, derivaron al sector privado más de 14.000 millones de pesos. Hoy el gobierno tiene que pedirles plata prestada a los bancos que controlan a las AFJP con intereses que son usurarios.

Después de diez años de menemismo-neoliberalismo se duplicó al desocupación (7.1% en 1989, 14.5% en 1999), aumentaron la pobreza y la concentración económica, y la deuda externa pasó de 60.000 a 144.197 millones de dólares.


EL DÉFICIT CERO ES UNA MENTIRA

El gobierno de la Alianza también continúa y profundiza, aún más, la política económica en curso. Las rebajas de salarios, la corrupta Ley Reforma laboral, el blindaje y el mega canje de los bonos de la deuda no sirvieron para nada. Es decir, no le sirvieron a la gente. Simplemente fueron engaños, hábilmente disfrazados, vendidos como únicas medidas para paliar la crisis provocada por todas las medidas previas.

Y así llegamos a este último ajuste justificado en la gran mentira cavallista del déficit cero, porque Argentina no tiene déficit fiscal sino superávit, si no se cuentan los 11.000 millones de dólares que pagamos por los intereses de la deuda externa. Este ajuste es el peor desde el rodrigazo perpetrado en otoño de 1975. Traerá más recesión y creará por lo tanto la falsa necesidad de un nuevo ajuste, y así seguiremos...¿hasta cuando?


UN FINAL QUE NO ES FINAL

La política económica que, con ligeras variantes, se viene aplicando desde hace veinticinco años ha producido:

  • 16.4% de desocupación y otro tanto de subocupación.
  • abrupta caída de las exportaciones.
  • recesión y descenso del salario real.
  • marginación y pobreza.
  • 900 empresas quebradas o transnacionalizadas.

O sea, hace veinticinco años que:

  • vamos de ajuste en ajuste.
  • nos dicen que es el único camino (y de hecho nadie ha intentado otro).

Y si hace veinticinco años que haciendo lo mismo nos va tan mal, ¿porqué no cambiar? Hay que forzar la búsqueda de otros caminos, hay que empezar a prestarles atención a los que honestamente proponen otras alternativas. No hay que tragarse mas las amenazas y los chantajes de los que vaticinan el caos total si hay un mínimo cambio de rumbo. Hay que animarse a probar otra cosa, porque durante veinticinco años los gobernantes, los políticos y sus comunicadores asociados nos han mentido sistemáticamente. Otra Argentina es posible.

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